El ictus es una enfermedad cerebrovascular, de inicio brusco, que afecta a los vasos sanguíneos que suministran sangre al cerebro. Esta patología representa la segunda causa de muerte en los países desarrollados y la primera causa de discapacidad. Anualmente, unos 15 millones de personas en el mundo sufren un ictus. El impacto de la enfermedad a nivel sanitario, económico y social es elevadísimo.
En los últimos años, se han desarrollado diferentes protocolos sanitarios. como el CODI ICTUS en Cataluña, que han mejorado de forma importante la atención médica en la fase aguda de la enfermedad. Esto ha permitido reducir el tiempo en la evaluación, el diagnóstico y el tratamiento de la patología, algo básico en este trastorno.
Pero una vez superada y estabilizada la fase aguda de la enfermedad, aparece el miedo y la angustia de la persona afectada y de su entorno familiar en relación a, ¿qué secuelas tendré?, ¿qué podré hacer a partir de ahora’, ¿qué pasará con mi proyecto de vida que tenía, a nivel educativo, profesional, familiar?… El impacto emocional en estas situaciones es habitualmente muy elevado y fácilmente puede aparecer psicopatología, pero pese a la evidencia científica de la influencia del área afectiva en el proceso de rehabilitación, el foco de la recuperación se continúa centrando principalmente en los déficits físicos y a veces en los cognitivos; predomina aún el modelo de atención biomédico, el cual ya está completamente obsoleto. A menudo, estas alteraciones emocionales son infradiagnosticadas e infratratadas, y esto comporta importantes consecuencias negativas en la salud del paciente y de su familia.
El objetivo de este trabajo es, por un lado, evidenciar la elevada prevalencia de psicopatología post-ictus tanto en la persona afectada como en el entorno familiar y cómo ésta afecta al proceso de recuperación y de calidad de vida, analizar la composición de los equipos multidisciplinarios que actualmente atienden a los pacientes, y reivindicar la incorporación del profesional de la psicología clínica y de la salud como un elemento clave para que pueda acompañar a la persona afectada y a su familia en todo el proceso de la enfermedad. Por otro lado, se propondrá un esquema de intervención durante el ingreso hospitalario y una guía didáctica que sirva de herramienta psicoeducativa para pacientes y familiares en torno a las alteraciones emocionales y conductuales post-ictus, con indicaciones de posibles estrategias de intervención.
Pilar Planas