Durante los últimos años hemos sido testigos de un aumento en el diagnóstico de niños y adultos con trastorno del espectro autista, al parecer esto se debe a que actualmente hay un mayor conocimiento de este trastorno, mejor especialización por parte de los profesionales que se hacen cargo de la evaluación y el diagnóstico, han mejorado las estrategias metodológicas, se han perfeccionado las herramientas de diagnóstico, hay una mayor sensibilidad, conciencia social y familiar, y no menos importante, se han modificado y mejorado los criterios diagnósticos (Sánchez, 2017).
Muchas veces hay algunos niños que presentan en la temprana infancia características orientativas del trastorno del espectro autista, pero en algunas ocasiones estas pueden aminorar, desaparecer o configurarse características de otro trastorno completamente diferente.
El diagnóstico de un trastorno como el que hemos comentado conlleva un gran peso para la persona, pues es un trastorno continuo, que estará presente a lo largo de toda la vida, y que etiquetará a la persona, determinando la forma en la que el entorno se relacionará con ella.
El trastorno del espectro autista puede compartir características con otros trastornos, como por ejemplo trastornos de tipo conductual, lo cual puede llevar a confusiones diagnósticas, principalmente a edades tempranas.
En el caso que a continuación presentamos, nuestro niño fue tempranamente atendido por profesionales que sospecharon del trastorno del espectro autista, diagnóstico que confirmaron un par de años después, pero que actualmente al observar al niño, no es posible ver características del espectro autista, pero sí conductas que hacen pensar en un trastorno oposicionista (o negativista) desafiante.
Intentaremos pues, dilucidar o aclarar si efectivamente el diagnóstico de este niño es un trastorno del espectro autista o un trastorno oposicionista desafiante, el cual requerirá de un tratamiento diferente.
Celia Martínez Pantanalli