Del 20 al 26 de octubre se celebra la VII Semana Europea de Sensibilización sobre TDAH. Se estima que el 5% de la población infantojuvenil padece este trastorno, lo que equivale a uno o dos niños por aula. Se trata de un trastorno de origen neurológico, provocado por un desequilibro entre dos neurotransmisores cerebrales: la noradrenalina y la dopamina, que afectan a las áreas del cerebro responsables del autocontrol y la inhibición del comportamiento inadecuado.
El TDAH provoca en el niño hiperactividad, impulsividad e inatención. Estos síntomas, que aparecen normalmente antes de los 7 años, no siempre están presentes conjuntamente ni se manifiestan en todos los ambientes. Pueden cambiar y disminuir con el paso del tiempo, pero se estima que el 80% de los niños continuarán presentando problemas en la adolescencia y entre el 30-65%, en la edad adulta.
Signos de alarma
Hasta los cinco años los niños suelen presentar un desarrollo motor precoz: comienzan a caminar muy temprano y los padres los definen como ‘niños inquietos’.
En edad escolar los niños pueden tener problemas de aprendizaje. Además, algunos casos presentan fracasos escolares. Es la etapa en la que más TDAH se detectan.
En la adolescencia se producen cambios importantes: la hiperactividad disminuye y hasta convertirse en inquietud, pero en más del 80% los jóvenes siguen teniendo problemas de atención e impulsividad.
Tratamiento multidisciplinar
El tratamiento combinado es el que mejores resultados presenta. Esto supone la inclusión de padres, profesores, médicos y psicólogos en todos los niveles de la terapia. En ISEP trabajamos para formar a profesionales capacitados para atender estos casos con eficacia, adaptando la atención a las características individuales de cada niño.
La terapia psicológica implica tanto terapia familiar como individual (que reduce el estrés en la familia, generado a raíz del trastorno del niño), psicoeducación y entrenamiento a los padres para trabajar en casa con el pequeño, además de apoyo al colegio.
La psicoterapia conductual es la más eficaz: se enseña al niño a controlarse, a monitorizar actividades inapropiadas, a comprender la forma en que sus comportamientos molestan a los demás y reducirlos, se entrena en habilidades sociales y aprende técnicas para mejorar su autoestima. El terapeuta debe sumar a estos objetivos, el tratamiento de otros problemas que pueden ir asociados al TDAH como la depresión o la ansiedad.
A los padres se les enseña técnicas para conciliar la vida familiar con el trastorno y se les entrena en control de conductas. Necesitan conocer qué es el TDAH, comprenderlo y eliminar los sentimientos de frustración, tristeza, culpabilidad, estrés… que les genera esta situación.
Deben aprender a marcar límites a su hijo, no consentir exhibiciones del niño en público, definir reglas, con sus consecuencias en caso de no cumplirlas y premios si se atienden correctamente, ayudar al niño a terminar tareas concretas, establecer rutinas estables, eliminar distracciones, motivar al pequeño y aumentar la disciplina.
Solo con un tratamiento adecuado y global podemos mejorar la calidad de vida de los niños con TDAH.