Las terapias creativas, también llamadas terapias expresivas o terapias artísticas, utilizan las diversas modalidades de las artes expresivas (arteterapia, musicoterapia, teatroterapia…) para promover la expresión, la creatividad, la intuición, la comunicación, la toma de conciencia, el autoconocimiento y la mejora del bienestar personal y social.
Alternativas a las terapias verbales tradicionales
De este modo, gracias a la combinación de recursos imaginativos y expresivos de las personas junto al acompañamiento terapéutico, los terapeutas consiguen llegar al paciente de una forma más directa e inmediata que con cualquier otra terapia verbal tradicional (Zweerling, 1979), contribuyendo así a un mayor crecimiento personal y a una mejor integración emocional.
Las técnicas usadas en las terapias artísticas son muy diversas, dependiendo del modelo que se utilice.
Musicoterapia, la suma de la música, sonidos y movimientos
En el caso de la musicoterapia, los recursos utilizados van mucho más allá de uso exclusivo de la música. Así pues, la utilización de sonidos, ruidos y movimientos, convierten la musicoterapia en una terapia no verbal por antonomasia, que en su práctica incorpora otras técnicas relacionadas con lo sonoro y con lo corporal.
A grandes rasgos, las técnicas que conforman la musicoterapia, se pueden dividir en dos grandes grupos:
- Técnicas receptivas: también conocidas como técnicas auditivas, comprenden todas aquellas acciones que requieren, por parte del paciente, un nivel de receptividad alto. El nivel de participación del paciente es menos activo desde el punto de vista del movimiento o la actividad musical propiamente dicha. Así pues, en estas técnicas, es el musicoterapeuta, el encargado de interpretar la música, mientras que el paciente tiene un rol pasivo.
- Técnicas activas: llamadas también técnicas creativas, incluyen todas las acciones en las que “el paciente toca instrumentos de manejo sencillo o percute con el propio cuerpo, se mueve o danza, canta…, en fin, se expresa a través de la música en lugar de ser simplemente un receptor de ella” (Gil, 2008). De este modo, es el paciente quién inventa la música, improvisa movimientos, ritmos, sonidos y movimientos y de esta forma expresa su mundo interior y sus conflictos a través de una música propia inventada en el momento (Sardi, 2010).
Técnicas específicas en musicoterapia
Improvisación musical
La improvisación musical es un proceso sistemático, organizado y con objetivos, que permite al usuario explorar aspectos de sí mismo y aspectos en relación a otros. Estas relaciones musicales aportan herramientas para que el paciente conozca su mundo interno y se relacione con su entorno.
Bruscia (2010) plantea la improvisación como “…la técnica más eficaz a la hora de favorecer el autoconocimiento, resolver conflictos personales y crear una relación con el terapeuta y otros usuarios”.
De acuerdo con los objetivos terapéuticos los pacientes pueden improvisar solos, con el terapeuta o con los demás usuarios. Es una de las técnicas mayormente empleadas dentro de una sesión musicoterapéutica, y en muchos modelos constituye su base. La improvisación puede ser vocal, instrumental y/o corporal.
Música y movimiento
La danza sirve para que las personas puedan expresarse a través de su cuerpo y darse cuenta a través del movimiento de la conexión entre su mundo interior y el entorno (Gil, 2007). En la danza las personas se manifiestas ellas mismas con sus propios cuerpos. La mente y el cuerpo están en constante interacción con los demás y sus pensamientos. Según Crocke (2007), la música actúa como influencia en la facilitación del movimiento creando así una situación terapéutica.
Canción
La canción es una de las herramientas que se puede emplear de forma recurrente durante las sesiones terapéuticas. Los beneficios que aporta el uso del canto son enormes: potencia el desarrollo físico, respiratorio, motriz, de la memoria, de la agilidad mental, del respeto a las normas y de la sociabilidad. El canto es una actividad musical, física y social al mismo tiempo. Favorece la circulación sanguínea y la oxigenación del cerebro, con lo cual mejora la concentración y la capacidad intelectual. Tras unos minutos dedicados a esta actividad, cuerpo y mente se hallan en condiciones armoniosas óptimas, más propicias para abordar a continuación otras tareas intelectuales que requieran atención y concentración, como son las matemáticas o la gramática. El canto es además una actividad social, motivadora, lúdica. (Bernal, 1999; Gutiérrez, 2010; Arévalo, 2009, Tresierra 2005).
Audición musical
La audición de música grabada o interpretada en vivo y seleccionada independientemente por el usuario o el terapeuta, propicia la estimulación de imágenes, fantasías y recuerdos, a la vez que desarrolla la capacidad de atención, concentración y memoria. De este modo, el terapeuta facilita al paciente la expresión de emociones de forma tanto verbal como no verbal.
Se aprovechará la alternación de música melódica rítmica, clásica y moderna para brindar una mejor experiencia.
Ritmo y percusión
El sistema motor funciona mejor con un estímulo auditivo y si además éste está producido por uno mismo el efecto es mayor.
A través del contacto con el instrumento el paciente puede canalizar sus conflictos y sentirse más tranquilo.
La percusión se realiza de una manera inconsciente e instintiva, por lo que está estrechamente relacionada con el ritmo vital de cada uno y permite expresar con la fuerza que se quiera y también permite expresar ternura o tranquilidad.
Gracias al ritmo y a la percusión, se logra tonificar u modular los ritmos internos del organismo; afirmar la auto-seguridad física y emocional; conectarnos con nuestro cuerpo, mejorando la coordinación; mejora la motivación; permite expresar y canalizar emociones; mejora las relaciones interpersonales y grupales; y reduce y canaliza la agresividad.