Viene siendo común los adolescentes que empiezan sus primeros escarceos en el mundo de las sustancias tóxicas y lo hacen por diversos motivos…
Lo hacen por pura diversión, “porque estamos en la edad”, “porque hay que probarlo todo para saber si te gusta o no” pero, también, para evadirse de una realidad que no les gusta y de un futuro que no ven y, sobre todo, por la presión del grupo “si todos fuman (porros, se entiende), no voy a ser el único/a que no lo haga, ¿no?”, pero, ¿por qué no?, ¿dónde se establece el límite? ¿en qué punto perdemos el control? Esto daría para muchos artículos y muchas horas de debate…
Caso real de trastorno de ánimo y consumo de drogas adolescente
Sin embargo, hoy me voy a centrar en “la otra parte”, es decir, unos padres que ven salir a sus hijos adolescentes por la puerta sin saber, exactamente, en qué estado volverán.
En concreto, en la historia de Nacho, de 17 años, a poquitos meses de los 18 años, introvertido, llegó a la consulta por un trastorno del estado de ánimo tras un problema familiar grave. Se hace una primera entrevista con los padres, otra con Nacho, otra con su tutor. Y se empieza la evaluación psicológica, en los tres contextos. Los resultados no dejan lugar a dudas; además del trastorno del estado de ánimo, Nacho está consumiendo sustancias con cierta regularidad – a pesar de que los padres, nos lo negaron rotundamente- y, posiblemente, debido a la presión del grupo.
Llega la entrevista de devolución y, tras la sorpresa, los padres empiezan a recordar detalles, señales que podían haber pasado inadvertidas pero que ahora adquieren importancia.
Cómo actuar ante el consumo de drogas en adolescentes
Y llega el “¿y ahora qué hacemos?”. De momento, y como el consumo es muy bajo, y bajo presión grupal, les proponemos unas pautas de actuación:
Establecer pautas y normas de convivencia saludables
Ambos padres deben ser consistentes en las mismas, deben tener claras aquellas razones que justifican dichas normas y pautas y, por tanto, explicarlas de forma conveniente a su hijo.
Debemos saber que toda norma impuesta se debe basar en una razón lógica y, por tanto, si ésta no existe, la norma será entendida por el adolescente como poco importante o, incluso, sin sentido.
Obviamente, nunca se puede imponer una norma bajo el principio de autoridad “porque lo digo yo”, “porque sí” o “porque soy tu padre/ tu madre” sino que las normas deben estar basadas en las consecuencias positivas derivadas del cumplimiento y negativas, del incumplimiento de las mismas. Dichas consecuencias, por tanto, también, deben ser explicadas al hijo.
Si el adolescente ya ha pedido ayuda y tiene la intención firme de dejar de consumir, podéis pactar las normas con él, siempre y cuando sea razonable en sus proposiciones. En ese momento, es importante que, como padres, les expliquéis qué relación existe entre la responsabilidad y la libertad.
Informar sobre el consumo de drogas, los peligros reales y sus consecuencias
Tanto a corto como a largo plazo. Es importante que la información sea de calidad y adecuada a la edad de su hijo, así como también a las sustancias de las que es consumidor.
Es más fácil hablar con su hijo y avisarle de los riesgos de las sustancias de abuso si predicamos con el ejemplo. Los hijos de fumadores tienen más probabilidad de acabar fumando que los hijos cuyos padres no fuman. Tampoco es sorprendente que si nuestros hijos nos ven bebiendo grandes cantidades de alcohol en una fiesta, acaben bebiendo en sus propias fiestas.
No se puede transmitir a su hijo la idea de que consumir drogas es algo que hacen la mayoría de jóvenes si no que hay que ayudarle a que vea que esto no es así porque, de lo contrario, vamos en contra de la prevención ya que será más fácil que vuestro hijo vuelva a consumir drogas si piensa que la mayoría de sus iguales, lo hace.
Los padres debéis reforzar la idea de que los adolescentes tienen responsabilidad en la preocupación por su salud y, por tanto, sería conveniente cuidar tanto la mente como el cuerpo, evitando el consumo de alcohol, tabaco o sustancias de abuso. Si no sabéis mucho sobre el tema, el profesional que atiende a vuestro hijo os puede informar y proporcionar lecturas adecuadas que os permitan poneros al día.
Fomentar un diálogo eficaz con su hijo
Hablando de sus problemas, errores y dificultades, enseñándole a buscar soluciones, sin culparle o criticarle.
Debéis practicar siempre la escucha activa, es decir, escucha lo que te tiene que decir tu hijo, atentamente y sin interrupciones y pregúntale tus dudas antes de responder. Si veis que vuestras emociones están muy a “flor de piel”, es mejor esperar el lugar y el momento oportuno para actuar.
Si tenéis que hacer una crítica a vuestro hijo porque no estáis de acuerdo con su conducta, tratad de centraros en la misma, describiendo lo que no os gusta de dicho comportamiento e intentando no generalizar “nadie lo hace” – nadie es demasiada gente como para que resulte creíble – o poniendo etiquetas “vas para drogadicto” – hay mucha diferencia entre realizar un consumo, que quizás es esporádico, con tener una drogodependencia y, así, vamos en contra de la prevención que es lo que se supone que queremos conseguir –. Así, lo podríamos sustituir por “tienes otros compañeros que no toman sustancias” y “siento que hayas vuelto a consumir. Sabes las normas; la próxima semana, no podrás salir”.
Por tanto, la comunicación asertiva y el uso de las técnicas de comunicación asertiva como el disco rayado, por ejemplo, son muy eficientes. Imaginemos, en el caso anterior, que vuestro hijo os dice “No lo entiendo, sois unos exagerados, ni que fuera un niño pequeño, puedo hacer lo que me dé la gana que tengo 17 años”. Si usáramos dicha técnica “siento que digas eso. Sabes las normas; la próxima semana, no podrás salir”.
Exprésale claramente y sin rodeos tus opiniones, necesidades, sentimientos y decisiones con respecto a la conducta adictiva que está llevando a cabo tu hijo, siempre hablando desde el “yo creo”, “yo pienso”, “yo opino”, etc. porque son más valiosos que las amenazas, las quejas, los reproches o las discusiones.
Por otra parte, si le gritas o te pones agresivo con tu hijo, no sólo no mejorará el problema, sino que, probablemente, lo empeorará ya que sólo conseguirás distanciarte de tu hijo. Por tanto, intenta que, aunque tu tono de voz sea firme, mantenerte tranquilo y relajado ya que, tanto el tono de voz como la postura corporal – hacia adelante, si le estás escuchando, puesto que indica que, en ese momento, es como si el mundo se hubiera parado y sólo existieras tú y tu hijo – y así refuerzas el mensaje que le pretendes hacer llegar.
La educación con refuerzos positivos y ambientes saludables
Hay que educar a su hijo en un ambiente positivo y ofrecerle refuerzo positivo, haciéndole ver que puede conseguir sus metas, sólo con esfuerzo y constancia y sin necesidad de sustancias de abuso. Es muy importante corregir la conducta de tu hijo, pero, también, lo es reforzar positivamente todo lo que hacen bien. Por tanto, es imprescindible reconocer claramente que cumple sus compromisos o las normas, que no se salta los límites y que está poniendo de su parte para solventar el problema.
De no existir estas expresiones de reconocimiento de la valía de tu hijo o manifestaciones de cariño o de apoyo, se multiplica la probabilidad de que se implique en conductas asociadas al consumo de drogas como robos, agresiones o problemas escolares.
Hay que tener en cuenta que el tipo de comunicación que se debe usar es el mismo comentado anteriormente, por ejemplo, en lugar de decir a vuestro hijo “Hombre, pero si has llegado a la hora, ¡a ver si vamos entrando en razón!” lo mejor sería decirle “ayer vimos que llegaste a la hora que habíamos pactado. Si sigues cumpliendo así de bien, podrás quedarte hasta la hora que tú dijiste para tu cumpleaños”.
Evitar el exceso de autoritarismo
No imponer normas demasiado estrictas y sin razón de ser. El estilo autoritario es aquel en el cual al hijo sólo se le tiene en cuenta para corregirle el comportamiento, lo cual favorece la distancia entre padres e hijo, el cual desarrolla una baja autoestima, especialmente, si los límites han sido puestos haciendo uso de la agresividad.
A través de este estilo, se fomenta una falta de apego afectivo del hijo hacia cada uno de los padres, lo cual es uno de los factores que relacionan consumo en población juvenil y delincuencia con familia.
Por tanto, el estilo autoritario deteriora, de forma importante, la relación entre padres e hijo, favorece el distanciamiento entre los mismos y, entonces, limita la influencia que pudieran tener los padres sobre el hijo.
Por ello, hay que evitar, al máximo posible, este estilo educativo y, para eso, querer a vuestro hijo y demostrárselo es fundamental.
Si queréis conocer el resto de pautas que nos propone María Dolors Mas Delbanch para afrontar una situación similar, no os perdáis la segunda parte de este post.