En la actualidad, se escucha información variada acerca de las nuevas alternativas terapéuticas. Sin embargo, es necesario hacer distinción entre la medicina y terapias de tipo complementarias de aquellas conocidas como alternativas. Asimismo, es importante formar un pensamiento crítico acerca de las consecuencias (positivas y/o negativas) de elegir este tipo de terapias.
Diferencias entre terapias alternativas y terapias complementarias
La medicina y la terapia alternativa sustituyen las prácticas convencionales. Mientras que, la terapia complementaria, como su nombre lo indica, no es un sustituto, sino un complemento a la medicina y/o terapia tradicional.
El Centro Nacional de Medicina Complementaria y Alternativa (NCCAM, por sus siglas en inglés) define la medicina complementaria como el conjunto de sistemas, prácticas y productos no convencionales; esto quiere decir que no se basan en evidencia científica. A pesar de carecer de evidencia científica, éstas se respaldan en pruebas experimentales.
Existen distintos campos en la medicina complementaria, las más conocidas son los medicamentos basados en hierbas, medicina de la mente y el cuerpo o manipulación basada en el cuerpo. Las técnicas de meditación, el yoga y la acupuntura, son ejemplos de la medicina y terapias complementarias centradas en la mente y el cuerpo.
¿Son eficaces las terapias complementarias?
Cada vez, se incrementa más la investigación de este tipo de terapias en diferentes ámbitos y patologías. Algunos de los resultados, hasta ahora publicados, han mostrado eficacia para enfermedades y casos concretos. Sin embargo, en análisis posteriores se concluye que la mayoría de los estudios fueron inconsistentes (un 60.7%), debido a un mal diseño de la investigación, muestras insuficientes, sesgos y resultados inconclusos. Además, como cualquier tratamiento convencional, estas opciones pueden tener posibles riesgos, siendo el mayor, permitir que personas con patologías potencialmente mortales no reciban un tratamiento apropiado y comprobado por la ciencia.
En el caso de las terapias complementarias infantiles, el biofeedback, la hipnosis, el mindfulness y el yoga, son las que han demostrado mayor efectividad para tratar síntomas leves de ansiedad y estrés. Un estudio realizado en 2012-2017, en USA, mostró un incremento en la práctica de yoga y meditación en niños entre los 4 y 17 años.
El yoga y beneficios en edades infantiles
Desde hace siglos, el yoga se ha visto como un recurso para dominar la mente, las emociones y el cuerpo del adulto; es un proceso formativo integral. Esta filosofía no es distinta para los niños, que desde los 3 años pueden realizar esta práctica por 30 minutos. Es así como surge el yoga terapéutico, como una rama de esta disciplina ancestral, utilizando ejercicios para calmar, despertar, equilibrar y recentrar. En esta práctica, los menores aprenden a controlar su respiración, tranquilizar la mente y sus emociones, así como a adaptar una buena postura corporal, ser perseverantes y desarrollar confianza en sí mismos. A nivel escolar, los ayuda a controlar la impulsividad, ser disciplinados, fomenta la atención, la concentración, la memoria y la imaginación, y reduce la agresividad. Esto resulta favorable, ya que en los colegios se suelen buscar actividades pedagógicas capaces de desarrollar habilidades socioafectivas, cognitivas, físicas y desestresantes para los menores.
Otras terapias complementarias son la terapia acuática, la musicoterapia y la terapia asistida con animales. De acuerdo con la Sociedad Chilena de Pediatría (2017), el asma, el TDAH, el autismo, el cáncer, la parálisis cerebral, la fibrosis quística, la enfermedad inflamatoria intestinal y la artritis reumatoidea juvenil son las patologías en las que se suele optar y probar terapias no convencionales, como las mencionadas anteriormente.
¿Qué tener en cuenta ante una terapia complementaria?
Los aspectos que se deben tener en cuenta en el momento de elegir una terapia complementaria infantil son:
- Informarse acerca de los posibles riesgos y beneficios del tratamiento (¿es segura?, ¿es efectiva?, ¿es de calidad?).
- Confirmar que el diagnóstico (otorgado por un profesional de la salud) sea correcto.
- Verificar la experiencia del terapeuta en el manejo de tratamientos infantiles (educación, práctica y licencia).
- Informar y coordinar con el médico convencional la incorporación del tratamiento complementario.
- Evitar sustituir y/o atrasar los medicamentos prescritos por el médico tradicional por medicamentos que no han sido verificados como seguros.
- No aumentar la dosis ni duración de suplementos complementarios.
Finalmente, queda decir que no se trata de opacar ningún tipo de intervención, sino de contar con información suficiente para tomar decisiones adecuadas que beneficien, en este caso, a los niños. Además, hay que recordar que cada paciente es distinto y tienen diversas necesidades; lo que le funciona a uno, puede que no funcione con otro. No obstante, en mi opinión, el mejor tratamiento será el integrador, en el que se fusiona el cuidado y atención tradicional con las terapias complementarias. Desde este enfoque se ve la salud del paciente (adulto o menor) de una manera holística y se busca un equilibrio entre el sistema corporal, físico, emocional y espiritual. Para ello, es necesario tener contacto continuo con cada uno de los profesionales y formar un equipo multidisciplinario efectivo.
Valiosa información en este articulo. Gracias por compartirlo.