La formación en sexología apunta que las parafilias se caracterizan por ser impulsos, fantasías o comportamientos sexuales intensos, incontrolables y recurrentes que implican objetos, actividades o situaciones poco habituales. Es usual e históricamente admitido la práctica por un mismo paciente de varios tipos de parafilias, pero son escasos los estudios que relacionen la violación con las parafilias (De Dios, E., Vasallo, C., Quintana J., y Carnero D., 2013). A continuación, se expondrá un caso respecto a este tema:
Paciente masculino (A.B.), de veintitrés años de edad, de la raza negra, soltero, sin hijos, escolaridad hasta tercero de la ESO, quien trabaja como ayudante de carpintero. Acudió voluntariamente a consulta preocupado por sus actividades voyeuristas (excitación sexual al observar a escondidas a personas semidesnudas, desnudas o en actividad sexual en vivo). Posee el antecedente de haber cumplido una sanción de privación de libertad por violación. El paciente refirió:
“Deseo continuamente mirar y fisgonear; mis pensamientos permanecen revueltos entre ideas de mirar por los agujeros y violar. Antes de dormir, pienso: Dios mío, ¿por qué me tocó a mí este tormento?”
Para conformar el estudio de caso, los instrumentos y las técnicas psicológicas aplicadas fueron: entrevista psicológica al paciente y familiar (el padre, que estaba dispuesto en ese momento a participar), inventario multifacético de la personalidad de Minnesota (MMPI) abreviado y el test de la figura humana de Machover (De Dios, E., Vasallo, C., Quintana J., y Carnero D., 2013).
El paciente procede de una familia monoparental, en la cual la madre desempeñó el rol parental. Al respecto, el padre expresó: “La madre cambiaba de marido como de vestido, y del tío se comentaba que era ladrón y ‘mirahuecos’”.
A.B. señala que “en mi casa los problemas eran terribles; era mi tío el problemático… Sí robaba, de eso vivíamos… A mi mamá la quería y la quiero mucho; no me gusta vivir con mi papá. Mi mamá era cariñosa y buena, aunque me daba de hostias todos los días”
Desde los seis años experimentaba excitación sexual al observar bragas fuera del cuerpo femenino.
Negó la promiscuidad de la madre y voyeurismo por parte del tío. Sin embargo, señaló que fue víctima durante la infancia de agresividad física, lo cual se reporta para pacientes afectados de parafilias y para violadores (M. P. Kafka y J. Hennen, 1999).
Existe antecedente de abuso sexual a los nueve años por parte de una vecina de veinte años embarazada. Testimonio: “Recuerdo que tenía un vestido de lana que le apretaba mucho la barriga; cogió dos dedos de mi mano y se los metió en sus partes. No sabía lo que estaba haciendo, pero me sentía asustado. ¡Ah!, olvidaba que las amigas de mi mamá me daban besos de lengua. Nunca se lo dije a ella.
La eyacularquia y primera masturbación fueron a los trece años, con fantasías fetichistas. El primer coito fue a los dieciséis años. Autovaloró, como causa de su comportamiento sexual parafílico, el abuso sexual sufrido en la infancia.
A nivel académico, el padre señala que A.B. era irrespetuoso con los profesores; se discutía frecuentemente con los compañeros; repitió el tercer grado dos veces, por lo cual fue remitido a consulta de psicología y dictaminaron que podía continuar en la escuela regular. Durante la secundaria se fugaba.
Ha tenido tres novias; los noviazgos no han rebasado los cinco meses. La frecuencia de las relaciones sexuales tradicionales es cada dos o tres meses. La frecuencia de la masturbación es diaria.
Después de cumplir la sanción en la cárcel, ha mantenido de forma estable el trabajo de carpintero, con relaciones interpersonales aceptables. El paciente declaró: “No me gusta trabajar; lo hago por evitar problemas con mi papá”.
Los resultados de las pruebas psicológicas ayudaron a perfilar las características de personalidad y a establecer el diagnóstico clínico. El MMPI arrojó desinterés, desprecio por las normas sociales y morales (escala de psicopatía), egoísmo, suspicacia, egocentrismo y desviación de la escala de psicastenia (ideas obsesivas y compulsiones).
En el Machover se obtuvo adecuada identificación sexual, rebelión contra la sociedad, rechazo ambiental, dificultad en las relaciones interpersonales, inestabilidad emocional y dependencia materna; dibujó la figura femenina en desventaja con la masculina. Los posibles conflictos inconscientes con la figura materna se podrían explicar así: la madre cariñosa es la que él deseó o desea tener, con la realidad de una madre promiscua y agresiva, lo cual generó hostilidad, inconsciente hacia el sexo femenino (De Dios, E., Vasallo, C., Quintana J., y Carnero D., 2013).
Con los datos clínicos y psicométricos se le realizó el diagnóstico de trastorno antisocial de la personalidad. La relación entre parafilias y trastornos de la personalidad es tal que la CIE10 y 11 las incluyen dentro del apartado para trastornos de la personalidad y del comportamiento en adultos (De Dios, E., Vasallo, C., Quintana J., y Carnero D., 2013).
Tiene el diagnóstico de voyeurismo como parafilia especificada y practica la violación. Las otras parafilias en orden de preferencia son: froteurismo (excitación sexual al rozar a otras personas), fetichismo (excitación sexual por la observación de objetos inanimados, generalmente prendas de vestir), escatología telefónica (excitación sexual a través de conversación telefónica) y narratofilia (excitación sexual por medio de la narración de temas eróticos) (De Dios, E., Vasallo, C., Quintana J., y Carnero D., 2013).
Casos como éste, en el que convergen varias parafilias y violación, podrían abogar a favor de la tendencia a considerar la violación como una parafilia, actitud iniciada por Money (1984) y seguida por Hernández Serrano (2002) y Kurt Freundy (s.f.), con su propuesta de la teoría de los trastornos del cortejo, en la que reúnen el voyeurismo, el exhibicionismo, la escatología telefónica, el froteurismo y la violación, y le otorgan una mayor coincidencia a la asociación de exhibicionismo y violación. El paciente en análisis no practica el exhibicionismo, pero sí otros de los trastornos del cortejo descritos anteriormente (De Dios, E., Vasallo, C., Quintana J., y Carnero D., 2013).
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