Desde el año 1999, el 23 de septiembre se celebra el Día Internacional de la Bisexualidad. Esta es una iniciativa que surgió a través de los reclamos de tres activistas abiertamente bisexuales de los EEUU que pretende visibilizar la bisexualidad y la diversidad sexual. Además, quiere luchar contra el estigma a favor del bienestar y los derechos sexuales de todas las personas. Este marco previo a la fecha es un buen motivo para reflexionar sobre los principales cambios que estamos viviendo en la sociedad actual.
La sexualidad se nutre día a día de los cambios sociales, culturales, económicos, tecnológicos, legislativos y políticos que vive nuestra sociedad
¿De qué forma ha variado tu forma de entender la sexualidad a lo largo de los años? ¿Puedes identificar las emociones que sientes cuando mantienes relaciones sexuales? ¿Qué dificultades te encuentras a la hora de comprender otras formas diferentes de entender la sexualidad?
La sexualidad no sólo es un aspecto corpóreo. También se relaciona con las emociones, creencias, identidades de género, expectativas, fantasías y filias sexuales, experiencias pasadas y las relaciones que establecemos con otras personas. Además, tampoco es comparable a las diversas situaciones socioculturales y demográficas a las que se ve sometido cada sujeto. Estas diferencias se deben a la «interseccionalidad», ese término acuñado Kimberlé Williams Crenshaw en el que se expone que la identidad, del mismo modo que el género, la etnia, la raza, la ubicación geográfica, o incluso la edad no afectan a una persona de forma separada.
La sexualidad se nutre día a día de los cambios sociales, culturales, económicos, tecnológicos, legislativos y políticos que vive nuestra sociedad. Sólo hace falta recordar, hace tan sólo unos años, de qué modo se modificaron nuestras relaciones sexuales como consecuencia del COVID hace tan sólo dos años, así como la forma de relacionarnos gracias a la influencia de la revolución feminista. Sí, una revolución que nos ha permitido tomar conciencia de la responsabilidad afectiva y del consentimiento sexual a la hora de vincularnos.
Con respeto hacia la diversidad sexual el diálogo sin juicios es posible y la convivencia es una realidad
La sociedad actual nos está abriendo a nuevas formas de establecer vínculos afectivos, explorar una sexualidad más allá del amor romántico y cuestionar las identidades de género desde una perspectiva más diversa. Esto también nos puede incomodar desde el desconocimiento y la ignorancia porque damos por hecho que lo que conocemos es lo normal, en lugar de reconocer que es lo normativo. Cuando existe el respeto ante la diversidad sexual y de género, el diálogo sin juicios es posible y la convivencia es una realidad.
Como profesional de la psicoterapia y la sexología, en repetidas ocasiones he podido observar a personas que llegan a la consulta porque no se sienten cómodas con sus anteriores psicoterapeutas cuando exponen abiertamente sus relaciones poliamorosas, la relación abierta y consensuada que mantienen con su pareja actual o la trieja formada desde hace años. Buscan sentirse segurxs en un espacio interpersonal donde el respeto y la libertad son ingredientes necesarios para establecer un buen vínculo terapéutico.
Lo cierto es que, además de como terapeuta especializado, me ha ayudado el hecho de identificarme como gay y formar parte del colectivo. De todos modos, no es suficiente y, por este motivo, he podido leer, documentarme profundamente sobre estas temáticas y he ampliado mis conocimientos formándome en diversidad sexual y de género para no depender de mi propia experiencia vital.
¿Qué podemos hacer?
En primer lugar, es necesario hacer visibles todas las opciones existentes poniéndoles nombre. Lo que no se ve no existe, aunque esto pueda confundir a muchas personas por la aparición de nuevas etiquetas. Vale la pena comprender que la etiqueta sirve para que las personas con identidades de género diversas se puedan reafirmar en su proceso de autoaceptación, sentir que pertenecen a un colectivo, hacer valer sus derechos y buscar un espacio para poder encontrar a personas similares.
Desde hace unos años, por ejemplo, se ha hecho más visible la asexualidad, una orientación sexual en la que se experimenta atracción sexual y/o experimenta deseo sexual. Una persona asexual puede ser heterosexual, gay, bisexual o queer porque la atracción sexual es solo un tipo de atracción. Por otro lado, y para seguir visibilizando, la pansexualidad se ha diferenciado de la bisexualidad porque las personas pansexuales sienten atracción independientemente del género o identidad sexual; en cambio, las personas bisexuales se sienten atraídas por personas que se identifican específicamente como hombres o mujeres.
Hay que huir de los estereotipos que te definen como hombre y mujer según un binomio biológico arcaico y desactualizado
En segundo lugar, hay que huir de los estereotipos que te definen como hombre y mujer según un binomio biológico arcaico y desactualizado. Tal y como expresa la filósofa Judith Butler a lo largo de su obra, “el género es una construcción social”.
Vivimos en un mundo binario donde no existen los grises. Sin embargo, un gran número de movimientos, diversidades y disidencias nacen para combatir esa heteronorma. Son ejemplo de ello el movimiento queer, que nace de minorías divergentes y no se identifica con el género socialmente asignado en el nacimiento, o el género fluido: aquelles que fluyen entre dos o más identidades de género y forman parte de las identidades no binarias. La revolución del género nos puede hacer más libres y, como consecuencia, felices.
La revolución sexual y de género nos puede hacer más libres y, como consecuencia, felices
El estigma que persigue a la población LGBTIQ+ ocasiona serios problemas de salud mental, y este aspecto lo ejemplifican un gran número de estudios en los que se encuentran mayores síntomas de depresión, ansiedad, trastornos de la conducta alimentaria, conductas autolesivas, consumo de tóxicos e ideación suicida.
La Dra. Caitlin Ryan afirma, en un estudio sobre familias de adolescentes homosexuales (2009), que el rechazo de éstas provoca un riesgo para la salud mental de adolescentes LGTBIQ+. Lxs adolescentes sufren lo que se denomina como “estrés de minorías”, sintiendo que sus familiares no solo no les aman, sino que se avergüenzan e, incluso, les odian rechazando su propia identidad de género y orientación sexual.
Sabiendo esto, sin embargo, hay que tener en cuenta que este estigma social afecta mucho más a ciertas identidades que a otras. En el caso de las personas trans*, sucede que esa identidad de género que se construye desde la infancia es visible en todo momento y no se puede “esconder”, de la misma manera que una persona puede hacerlo con su orientación sexual como consecuencia y como una respuesta directa ante la lgbtiqfobia. Así pues, la necesidad de crear un ambiente alentador y comprensivo es un factor protector para el bienestar y ayuda a proteger la integridad de nuestros jóvenes.
Lo mejor que podemos hacer es comprender y respetar
Por último, y en tercer lugar, las relaciones afectivas están experimentando cambios que nos están permitiendo cuestionar el modelo de amor romántico que ha impregnado nuestros vínculos diferenciando las relaciones monógamas de las poliamorosas. Hay muchas formas de amar y de establecer vínculos. Siempre han existido, la diferencia está en que ahora no están ocultas. Lo mejor que podemos hacer es comprender y respetar.
La diversidad conlleva riqueza, es un motor para el desarrollo humano haciéndonos personas más abiertas y comprensivas. La diversidad nos da sentido, nos hace únicos como seres humanos y nos anima a compartir.
¡Abraza la diferencia para vivir en mayor libertad!
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Genial articulo, me ha parecido muy interesante leerlo.