Un aspecto propio del desarrollo humano que se inicia ya desde las primeras etapas de la vida es la capacidad de establecer un vínculo afectivo con las personas más próximas.
De este modo, cuando nace un bebé, éste establece de forma automática un vínculo con su principal figura de referencia, es decir, con aquella persona que se cuida de él y que le brinda protección y seguridad.
Es importante que se preste especial atención a este momento, pues de él dependerá en gran medida no sólo el bienestar psicológico del bebé, sino de la capacidad que tendrá el recién nacido para desarrollar a posteriori lazos de interacción con otras personas.
Construyendo la relación de apego
Así pues, la forma más efectiva que tiene una persona de construir una relación de apego con el bebé es mediante una actitud de acogida, efectividad y empatía hacia el bebé. De esta manera, el recién nacido empezará a experimentar experiencias seguras, de confianza y gratificantes que asociará a esta persona.
Cuando el proceso de vinculación entre el adulto y el bebé se realice satisfactoriamente, el bebé lo percibirá como una representación mental de apego seguro que, de forma inconsciente, le facilitará el desarrollo de características personales tales como autoestima, empatía o competencia social.
Consecuencias de no establecer un vínculo afectivo
En caso que los lazos no se establezcan correctamente debido a que el adulto no haya satisfecho todas las necesidades del bebé, es posible que aparezca algún tipo de trastorno de apego.
Un ejemplo de ello sería el trastorno de apego reactivo, un trastorno que se caracteriza por una alteración en las relaciones sociales del niño y que se suele presentar entre los 9 meses y los 5 primeros años de vida del infante.
Asimismo, este tipo de trastorno presenta las siguientes dos vertientes:
- Inhibición: el infante evitará cualquier tipo de interacción social, dificultando así la creación de relaciones de confianza.
- Desinhibición: el niño buscará afecto en cualquier persona sin importar cuan cercana sea ésta.
En ambos casos, cuando el niño llegue a la vida adulta presentará conductas tales como:
- Dependencia emocional.
- Incapacidad para autorregularse emocionalmente.
- Visión distorsionada de uno mismo.
- Visión distorsionada de otras personas.
- Falta de empatía.
- Baja tolerancia a la frustración.
- Actuación de forma insensata.
- Problemas para resolver los duelos adecuadamente.
- Desorganización de la personalidad y del concepto del yo.
- Baja capacidad de mentalización.
Intervención desde la terapia cognitivo-conductual
Sin embargo, para hacer frente a este trastorno del apego está la terapia cognitivo conductual, la cual permitirá trabajar en la restructuración cognitiva de la persona con el objetivo no solo de crear vínculos más seguros y beneficiosos para ella, sino también de ayudar a reinterpretar la realidad. De este modo, se logrará cambiar ciertas creencias y/o esquemas mentales que la persona afectada ha dado por válidos con anterioridad.
Así pues, el terapeuta buscará trabajar de forma precoz el vínculo de apego del infante con la recreación de experiencias que retomen todo lo que el niño puede haber perdido en sus relaciones tempranas, especialmente aquello relacionado con la sensación de seguridad y confianza.
Importante texto sobre el apego afectivo en la edad temprana, el nacimiento para ser exactos. Desde ahí debemos cuidar y enseñar para evitar lo evitable en años posteriores, desde la familia, desde el colegio, desde el máximo de ambitos personales. Considero que es el cambio más importante a realizar para esta sociedad.
Genial