En esta ocasión os traemos un post que trata sobre la FCD y la importancia que desempeña en la rehabilitación. Por la extensión y relevancia del contenido, será publicado en dos partes. A continuación se puede consultar la primera.
¿Qué es la falta de conciencia de déficits (FCD)?
En 1991, Prigatano y Schacter definieron la conciencia como la capacidad para percibirnos a nosotros mismos de forma relativamente objetiva, manteniendo un sentido de subjetividad. En esta definición los autores diferencian entre distintos procesos: el de la experiencia consciente de uno mismo (autoconciencia) y la capacidad para percibirnos de manera objetiva (relacionado con el pensamiento abstracto) y de darnos cuenta de cómo estamos y nos sentimos ante situaciones concretas.
Partiendo de la definición anterior, la Falta de Conciencia de Déficits (FCD) es el fenómeno clínico en el que la persona no parece ser consciente de manera realista del propio deterioro neurológico, neuropsicológico y sociofuncional que si es obvio para el profesional y las personas de su entorno.
La influencia de la FCD en la rehabilitación de persona con trastornos neurológicos
La importancia de valorar la FCD en personas con enfermedades neurológicas reside en la relevancia que puede tener su presencia para elaborar el programa de rehabilitación, desde la planificación de objetivos hasta la ejecución de los propios ejercicios, actividades y pautas. En otras palabras, su presencia tendrá inevitablemente una repercusión sobre la planificación y ejecución de la intervención neuro-psico-social.
La presencia de falta de conciencia de déficit interfiere de manera negativa en distinto aspectos de la rehabilitación, suponiendo una barrera ante la que el profesional debe decidir si afrontarla o esquivarla. De hecho, distintos autores pioneros en el estudio de este fenómeno y sus implicaciones en la rehabilitación de personas con daño cerebral (de los que destacan Prigatano, Klonof, Schacter y Fleming entre otros), sugieren que la FCD debería abordarse como paso importante en todo proceso rehabilitador siempre que la persona sea capaz de participar activamente de dicho proceso, así como pueda establecer una relación bidireccional entre ella y el entorno físico y social.
Por ello, el primer paso deberá consistir en considerar el coste-beneficio de realizar una intervención destinada a mejorar la autoconciencia de la enfermedad, atendiendo a los posibles problemas emocionales y conductuales que pueden emerger como resultado de una mayor comprensión realista de su situación.
Indudablemente, como decíamos, la falta de conciencia de déficit supone una barrera para la rehabilitación en la medida que provoca una autopercepción distorsionada y una comprensión no realista del entorno. Por ello, suele conllevar problemas de motivación e implicación en el tratamiento. Además, la falta de conciencia de déficit puede suponer un problema añadido para la independencia funcional de la persona que no es consciente de sus limitaciones y sus necesidades de apoyo, sea físico o humano.
Puesto que la consciencia es nuestro vehículo de interacción con el mundo, la FCD afecta inevitablemente a la relación persona-entorno. Por ello, no solo lo percibe de forma distorsionada, sino que no es capaz de gestionar de manera adaptativa y funcional las demandas del entorno, lo que a su vez puede desencadenar determinados problemas emocionales y/o conductuales.
Sin embargo, por otro lado, la presencia de falta de conciencia de déficit puede suponer un «protector» a nivel emocional, debido a que la falta de conciencia de la realidad impide la aparición de síntomas emocionales vinculados al sentido de la pérdida (que si aparecería en el contexto de un proceso de duelo en una persona con DCA y conciencia del problema).
Con todo, parece importante como mínimo tomar en cuenta dicho fenómeno y valorar la presencia de FCD ante un trastorno neurológico. Al hacerlo, debemos comprender que la falta de conciencia de déficit podría considerarse un trastorno en sí mismo debido a la complejidad de factores que intervienen en su presencia y manifestación. A lo largo de los años varios autores han planteado modelos teóricos para explicar la FCD y arrojar pautas o claves para su intervención. De entre todos ellos, destaca el Modelo Dinámico que propusieron Toglia y Kirk. Estos modelos, aunque difieren entre sí en algunos puntos o enfoques, coinciden en determinar la FCD es un continuo, y que, por lo tanto, su presencia o ausencia no debe determinarse en términos absolutos. Así, diríamos que existe la FCD parcial.
Una manera de entender la FCD parcial desde un punto de vista neuro-psico-social es la propuesta por Fleming, Strong y Ashton en 1996 en la que señalan tres niveles: la conciencia de los problemas entendida como el conocimiento de los déficits, la implicación de dichos problemas sobre la capacidad funcional y ocupacional, y por último la conciencia de la necesidad de usar recursos compensatorios para reducir su impacto en la vida diaria.
Así, tomar en cuenta dicho modelo puede servir de guía para evaluar dicho fenómeno, entendiendo que identificar la falta de conciencia en determinados aspectos puede ser clave para adaptar el proceso rehabilitador a las necesidades personales del caso objetivo primordial en toda intervención neuropsicológica.