Se entiende por una sociedad sostenible, aquella capaz de satisfacer las necesidades del presente sin comprometer a las futuras generaciones, garantizando el equilibrio entre el crecimiento económico, el cuidado del medio ambiente y el bienestar social (Cruz, Mateu, Méndez, 2022)
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se conforman en 17 metas globales establecidas por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 2015, como parte de la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible, con el fin de abordar problemáticas globales como la pobreza, la desigualdad, el cambio climático, la degradación ambiental, la paz y la justicia. Lograr dichos objetivos requiere de un cambio sustancial en la forma en que entendemos el medio ambiente, la educación y nuestro ejercicio como ciudadanos del mundo.
La educación para el desarrollo sostenible (EDS) es una disciplina que busca generar mecanismos y propuestas educativas para educar a niños, jóvenes y adultos en el desarrollo de una biosfera sostenible. El concepto surgió a partir de la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro en 1992, no obstante, progresa de manera desigual y requiere de diferentes enfoques según el contexto. Identificar las necesidades que justifican el desarrollo sostenible es clave para poder justificar la inversión de tiempo, energía y formación en ello. En ese sentido, todo ser humano presenta necesidades materiales (alimentación, seguridad física, vivienda y aquellos medios físicos que permiten asegurar la calidad de vida), sociales y espirituales (aspiraciones personales y comunitarias como la salud, la educación, la libertad, el amor o el reconocimiento), de calidad del medio (acceso a un medio ambiente sano y un ecosistema sostenible teniendo en cuenta las fuentes de recursos renovables y no renovables), y de equidad (para brindar a las sociedades actuales y futuras, la oportunidad de disponer de bienestar común) (Villeneuve, 1997).
La sostenibilidad es un concepto dirigido a toda la población y forma parte del aprendizaje formal, no formal e informal a lo largo de toda la vida en tanto que potencia el aprendizaje autodidacta, la participación y la colaboración, el desarrollo de la capacidad reflexiva, la orientación hacia los problemas y la inter y transdisciplinariedad. Refleja el interés por una educación calidad que ayude a las personas a entender lo que pasa (saber), a sentirse parte de la sociedad en la que viven (saber ser) y a conocer cómo pueden participar en los procesos de desarrollo (saber hacer), además, por supuesto, de aprender a aprender (Martínez, s.f). Las prácticas sostenibles se enseñan, pero, sobre todo, se adquieren y modelan mediante pautas de la vida diaria y a través interacciones con otros. La toma de conciencia sobre el cambio climático, la desaparición de especies y las migraciones masivas son algunos de los retos que enfrenta la sociedad actual y que requiere de una respuesta colectiva y ágil para mitigar sus efectos.
Las nuevas generaciones, conformadas por nativos digitales, con mayor acceso a la información, ya han demostrado la necesidad de metodologías educativas e instrumentos y herramientas tecnológicas que aporten valor a la vida personal y profesional, lo que implica a su vez, la inclusión del desarrollo de soft skills centradas en competenciales sociales, comunicativas, de juicio crítico y trabajo en equipo, etc. Por ello, el cuerpo docente es uno de los principales ejes en la educación sostenible, ya que deben desarrollar habilidades profesionales relacionadas con el desarrollo de nuevos planteamientos pedagógicos, a través de la innovación educativa.
Dentro de las características de la educación sostenible, se resalta (Martínez, s.f):
- Está basada en valores, los cuales se seleccionan, discuten y explicitan de acuerdo con lo que se considera un desarrollo sostenible.
- Promueve el desarrollo del pensamiento crítico, afrontando dilemas ético-morales y buscando soluciones a los mismos.
- Orientada a la acción para promover el compromiso y las acciones de cambio.
- Toma en cuenta tanto el impacto local como el global.
- Emplea recursos didácticos variados para construir el conocimiento, superando la transmisión pasiva de un conjunto de ideas.
- Se basa en un aprendizaje significativo, ya que integra experiencias de la vida personal y profesional.
- Incluye un enfoque interdisciplinar y holístico.
Los debates son actividades en la que se involucra al estudiante en su propio proceso de aprendizaje, convirtiéndose en un sujeto activo en el que se potencia el análisis, la síntesis y la evaluación de ideas a medida que el resto de los compañeros aportan otras reflexiones y se analizar las fuentes consultadas y su idoneidad (Green y Klug, 1990; Hall, 2011; Roy y Macchiette, 2005, cp. Cruz, Mateu, Méndez, 2022).
Por su parte, la gamificación es una técnica de aprendizaje que traslada la mecánica de los juegos al ámbito educativo-profesional con el fin de conseguir mejores resultados; en el caso de los videojuegos basados en el cambio climático, se emplean como una herramienta novedosa de apoyo, que ofrece una experiencia pedagógica diferente para el alumnado dentro de la enseñanza de las ciencias (Ouariachi et al., 2017, cp. Cruz, Mateu, Méndez, 2022). Es interesante destacar que, con respecto al cambio climático, hay sociedades muy concienciadas, y otras, que parecen delegar la responsabilidad de este tema en los gobiernos, mostrando pasividad ante las medidas para frenar el proceso, bien por falta de sensibilización ambiental, falta de formación suficiente o percepción del tema como algo lejano a su realidad
Los mapatones son espacios de encuentro en los que se cartografía una zona vulnerable del mapa a través del propio ordenador, siguiendo instrucciones y siempre con guías de apoyo. Mapear las partes del mundo más vulnerables a las crisis humanitarias; desastres naturales, conflictos, epidemias o brotes de enfermedades, permite llegar a los afectados de forma más rápida y comprender mejor las necesidades de las personas tras una emergencia (Cruz, Mateu, Méndez, 2022).
El aprendizaje basado en proyectos permite introducir conceptos relevantes y trabajarlos de manera transversal. Tal es el caso del concepto de economía sostenible, basada en tres pilares fundamentales: el crecimiento económico, la equidad social y la protección del medio ambiente, haciendo énfasis en el proceso de reciclaje, es decir, en la transformación de materiales desechados en nuevos productos para reducir la extracción de recursos vírgenes y disminuir los residuos.
Otro concepto que abordar a través de talleres puede ser el de biotecnología de rehabilitación de ecosistemas y paisajes degradados. Esto se podrá lograr mediante la elaboración de nuevas técnicas de forestación y reforestación, conservación del plasma germinal y cultivo de nuevas variedades vegetales a través de un huerto escolar, lo que también refuerza valores como el respeto por la naturaleza y el trabajo en equipo.
Organizar visitas a parques naturales, plantas de reciclaje o centros de energía renovable para observar prácticas sostenibles en acción es una forma diferente y constructiva de enseñar y aprender.
Dentro del propio entorno escolar, se puede fomentar el uso de energías renovables en la propia infraestructura arquitectónica, implementando sistemas de reciclaje y compostaje y reduciendo el uso de plásticos de un solo uso, el ahorro de agua y energía y las áreas de descanso naturales, que promuevan la conexión con la naturaleza. De igual manera, es necesario sacar el máximo provecho de las plataformas digitales para reducir el uso de papel en tareas y exámenes, promoviendo así una cultura de ahorro de recursos.
Trabajar la educación de valores como el respeto por el entorno, la cooperación y la solidaridad, permite que el alumnado comprenda su rol en la protección del planeta. Si en paralelo, se involucra a los padres y cuidadores, motivándolos a practicar hábitos sostenibles en casa, como el reciclaje o el ahorro de energía y participando de charlas o eventos sobre el tema dentro de la comunidad, se generalizará en distintos entornos, este modus vivendi en el individuo, la familia, la comunidad y la sociedad.
Para finalizar, es imprescindible la participación activa de los diversos actores sociales en las decisiones y acciones que configuran el modelo de desarrollo sostenible, el cual, no debe considerarse una opción, sino una necesidad dentro del marco de las sociedades actuales. Aunque la transformación educativa debe empezar en las aulas, con una formación socio científica que promueva la adquisición de competencias más allá del medio ambiente (Martínez, s.f.), el objetivo central es involucrar a la población en la planificación y gestión de acciones sostenibles. Por todo ello, la educación representa un instrumento al servicio de una correcta gestión, mientras que, la gestión en sí misma, es una vía eficiente para transformar mentalidades, dado que fomenta hábitos y prácticas que, en última instancia, consolidarán una cultura de responsabilidad ambiental.
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