El lenguaje es el principal medio de comunicación de las personas, pues éste permite intercambiar información, mensajes y sentimientos entre iguales. Se trata de una habilidad que se va desarrollando de forma natural desde los primeros meses de vida de un niño a partir la interacción con sus cuidadores principales y con el entorno natural que le rodea.
Importancia del desarrollo del lenguaje
Desarrollar el lenguaje es un proceso que precisa la preservación de ciertas bases neurológicas básicas, que garanticen un correcto desarrollo global del niño, no solo en el área del lenguaje, sino también en el cognitivo, el físico, el emocional y el social.
Por ejemplo, el lenguaje es una habilidad que está estrechamente ligada con la madurez motriz de los órganos articulatorios, especialmente, pues una alimentación sólida y variada a partir del primer año de vida de un infante va a favorecer la articulación orofacial.
Con el sistema auditivo ocurre lo mismo, pues es posible que debido a una falta de control de una otitis de repetición en niños pequeños, puede alterar su percepción auditiva y retrasar así la adquisición del lenguaje.
Se estima que es entre los 0 y los 24 meses, cuando un niño empieza a articular sus primeras palabras, las cuales hacen referencia a un contexto cercano, permitiéndole conseguir lo que quiere. A partir de los 2-3 años, es cuando la etapa lingüística se empieza a desarrollar y el niño ya empieza a elaborar pequeñas frases que, pese a que pueden presentar algún problema de pronunciación, ya son inteligibles para el interlocutor.
Evaluación del lenguaje
Pero, ¿qué ocurre cuando un niño ha cumplido 2 años y aún no habla? ¿Y cuándo a los 3 años sus producciones son poco inteligibles y deforma las palabras sin que se correspondan a una dislalia?
En estos casos, es posible que exista algún tipo de trastorno fonológico que impida el correcto desarrollo del lenguaje de ese niño.
Los trastornos fonológicos no son más que alteraciones en la organización o representación mental de los sonidos de la lengua, los cuales pueden ir o no, asociados a problemas en la producción de los mismos (alteración articulatoria). Cabe destacar que, pese a que los trastornos fonológicos se presentan de forma inconsciente y comprometen severamente la inteligibilidad del lenguaje, no hay ninguna habilidad lingüística alterada.
Señales de alerta ante un trastorno fonológico
Así pues, cuando exista la sospecha de que un niño pueda experimentar un trastorno fonológico, lo primero que se deberán evaluar son los pilares básicos del lenguaje. Es decir, se deberán observar la maduración neurológica, el desarrollo cognitivo y el desarrollo afectivo-relacional del infante, con el fin de comprobar que verdaderamente existe una alteración en la capacidad del niño para entender, comprender y reproducir el lenguaje.
Los errores más comunes que se pueden observar en un infante con trastorno fonológico son los siguientes:
- Frontalizaciones: ocurre cuando una consonante posterior es sustituida por una anterior. Por ejemplo, [buenates] por [guantes].
- Posteriorizaciones: se trata del caso inverso a la frontalización, es decir una consonante anterior es sustituida por una posterior. Un ejemplo sería, [gufánda] por [bufánda].
- Asimilaciones: es cuando el sonido se ve influenciado por rasgos articulatorios o acústicos de un sonido próximo. Existen dos tipos de asimilaciones, las progresivas, en donde un sonido influye en otro posterior como es el caso de [papo] por [pato]; y luego están las regresivas en donde un sonido influye en otro anterior, como puede ser [teto] por [peto].
- Omisiones: el niño omite uno o más sonidos dentro de la palabra. Por ejemplo, [mazana] en vez de [manzana].
- Distorsiones: se produce cuando el niño realiza una producción articulatoria que no coincide con el fonema en cuestión pero tampoco coincide con ningún otro, de modo que, emite un sonido indefinido que está entre dos fonemas distintos.
- Inversiones: sucede cuando se cambia el orden en los fonemas, como por ejemplo, [cocholate] cuando se quiere decir [chocolate]. Las inversiones se dan sobretodo en secuencias más complejas, como pueden ser las palabras de 3 o más sílabas.
Distinción entre errores comunes y trastorno fonológico
Sin embargo, a la hora de evaluar y diagnosticar un trastorno fonológico, se debe prestar especial atención a los siguientes aspectos:
- Asegurarse que las alteraciones en la articulación de palabras son suficientemente graves como para ser consideradas como fuera de la normalidad, y por tanto, diferenciarlas de los errores propios que se pueden tener a esa edad.
- Determinar la ausencia de cualquier tipo de enfermedad orgánica que produzca errores en la articulación, descartando la presencia de disartrias, alteraciones de la audición o discapacidad mental, entre otros.
- Analizar que los aspectos del lenguaje no relacionados con la fonética/fonología estén preservados, lo que permitirá descartar la presencia de un trastorno mixto receptivo-expresivo del lenguaje o incluso un trastorno generalizado del desarrollo.
- Confirmar que la audición del infante no está afectada.
- Establecer que la comunicación del niño es adecuada, pese a que no sea verbal. Es decir, que exista un buen contacto visual y una mirada referencial y compartida.
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