La enseñanza tradicional basada en la memorización ha quedado en el pasado, ya que durante años se ha comprobado que conlleva a una actitud pasiva por parte de los alumnos, lo cual hace que el aprendizaje difícilmente sea duradero y aplicable a la vida, además de que no garantiza la comprensión real del contenido.
Específicamente, la enseñanza tradicional es una forma de enseñar y aprender que no resulta motivadora ni para el alumnado ni para el profesorado, pues no les ayuda a desarrollar competencias necesarias para poder trasformar el mundo que les rodea y con ello realizar un trabajo ético, de calidad y comprometido.
No obstante, desde la perspectiva del psicólogo Alfredo Hernando, la revolución educativa no empieza mirando a Finlandia, el país de referencia por sus buenos resultados en los informes del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA), sino que el verdadero cambio viene en cada colegio y en base al trabajo de un equipo de profesores concreto.
El experto subraya que el debate en educación se ha centrado en los sistemas, pero señala que eso son “modelos muy grandes sobre los que los profesores y las familias no pueden actuar”, razón por la cual, plantea que ante la inacción política, recortes y sucesión de leyes educativas, lo más adecuado es empezar la revolución desde abajo. Para ello, Hernando apuesta por lo que llama “comunidades de aprendizaje personalizado”, que han puesto todos sus recursos “al servicio de las necesidades de cada alumno” para lograr “lo máximo de ellos”.
Algunos de esos centros innovadores, de los cuales, existen cuatro en toda España (el Centro de Formación Padre Piquer de Madrid; el colegio Montserrat de Barcelona; el colegio Santa María la Blanca de Madrid, y el centro público Mare de Déu de Montserrat, en Tarrasa, Barcelona) han conseguido alcanzar el éxito para todos los alumnos, eliminando casi por completo el fracaso escolar. Este modelo de aprendizaje personalizado se puede replicar, con lo cual “si en dos escuelas con los mismos recursos, una consigue muchos mejores resultados que la otra, no es tanto por los recursos, sino por el cómo”, señala Hernando.
Ahora bien, el cómo puede partir de dividir una clase en dos o más grupos. Unos alumnos trabajan solos con el material porque tienen el nivel de conocimiento para ello y otros se quedan con el profesor para ser supervisados «en el proceso de llegar a este grado», con la finalidad de que todos alcancen el mismo nivel de aprendizaje (Morten Smith-Hansen, profesor de Historia y Español del Ørestad Gymnasium de Copenhague, Dinamarca). Esto último genera que los alumnos sientan que están trabajando en un nivel adecuado para cada uno, lo cual le da sentido a la actividad de aprender. Lo anterior conlleva a que los estudiantes se sientan motivados e intenten elaborar productos que tengan utilidad para otras personas. Por ejemplo, en las clases matemáticas puede ser un programa de ahorros para presentarlo a un grupo de jubilados y que a, partir de ello, entren en un diálogo sobre estrategias de capital económico, generando así que los alumnos se adueñen de la asignatura.
Otra forma de establecer el aprendizaje personalizado puede ser el juntar dos secciones de 60 alumnos y en vez de trabajar por asignaturas, hacerlo por ámbitos. Por ejemplo: el sociolingüístico, que une las sociales, lengua e inglés, y el científico tecnológico, que une las matemáticas, las ciencias y la tecnología, empleando materiales digitales y teniendo entre tres y cuatro profesores al mismo tiempo para enriquecer la perspectiva de la temática que se esté abordando (Ángel Serrano, director del Padre Piquer, Madrid). Con este tipo de modalidad, se consigue disminuir de manera significativa el absentismo y se ha recupera la ilusión en los alumnos por asistir al colegio.
Según Serrano: “el fomento de una metodología basada en el aprender a aprender, en la creatividad, en la búsqueda de soluciones trabajando por proyectos es esencial”, y destaca que lo realmente importante de este modelo son los profesores, quienes son “los verdaderos innovadores de los centros” y por ello, es en este colectividad donde hay que poner los esfuerzos máximos de captación, formación constante, actualización.
En el caso del Colegio Montserrat, en Barcelona, sus alumnos cursan materias que en el currículo tradicional no aparecen, como “film, ajedrez o Being an entrepreneur”, que están combinadas con otras para poder “aprender de forma interdisciplinar». Así, existen asignaturas como STEAM: Science Technology Engineering Arts Mathematics, con la finalidad de crear “una metodología que pone al alumno en el centro, él es el protagonista y aprende de forma activa y cada vez con más autonomía” (Núria Miró, directora del Colegio Montserrat).
Los centros innovadores también emplean las tecnologías de información y comunicación (TIC), pero las utilizan como una “herramienta más”. A través de las TIC se puede pedir a los alumnos que elaboren documentos y los compartan con el profesor a través de Google Drive, con la finalidad de seguir la progresión individual de cada uno. En este sentido, tratar individualmente a los alumnos permite al profesor adaptarse al nivel de todos y evitar que los que van más avanzados tengan que escuchar contenidos que ya conocen.
Para culminar, se observa la característica común de los centros innovadores radica en que no le interesa demasiado el que los alumnos sepan “reproducir” la teoría en un examen, sino que lo principal es que sean capaces de “generar su propia verdad, basada en la investigación e interpretación de los contenidos a investigar», ya que la “producción” tiene más duración que la reproducción porque es vivencial, útil y aplicable en la realidad.
La formación del profesorado es indispensable para que estas escuelas innovadoras sean la base de la revolución en las aulas y den paso a una nueva forma de enseñar. ISEP cuenta con el Máster en Neuroeducación y Optimización de las Capacidades para incluir en el método educativo la variabilidad de mapas neurocognitivos que presentan los niños, además de abordar desde la neurociencia la rehabilitación y/o estimulación cognitiva en caso de detectar alteraciones neurocognitivas en el proceso de aprendizaje.