El presente texto es la segunda parte de la presentación del ensayo realizado por Mª Ángeles García-Carpintero, alumni del Máster de Logopedia de ISEP. El ensayo puede consultarse y descargarse de forma gratuita en el siguiente enlace: ‘El lenguaje de las madres. Lenguaje transmitido y compartido’. También se puede consultar la primera parte de la presentación aquí.
Los significados
Aprendimos de los estructuralistas que las palabras conformaban un significante, la palabra en sí y un significado, lo que esa palabra representa, dedicándose ellos, principalmente, a recoger el sentido de las palabras en cuanto que signos que conllevan unas relaciones determinadas por la oposición y la continuidad, considerando los significados como portadores de un juicio subjetivo difícil de analizar, algo que Saussure reconoció como lo fundamental del lenguaje que siempre es dinámico.
Hoy sabemos que las palabras, por sí solas, no significan nada o pueden significar muchas cosas, tantas como personas hay en el mundo. El significado no está tanto en las palabras como en el discurso que se emite en un contexto determinado y en las intenciones y creencias que llevan implícitas las frases.
Las significaciones nos hablan de las cosas y del mundo, de mí mismo como ser con significado, ser constituido por el lenguaje y creador de lenguaje, ser que entra en diálogo con uno mismo, convirtiéndose en ser pensante, y con el otro que me constituye en un lenguaje del cual el silencio y la contradicción forman parte. Es así como, viniendo de la relación y del lenguaje, damos vida a las lenguas que nacen y mueren, se crean y re-crean.
Escuchando el “Decir” del lenguaje nos sometemos al sentido de unos signos antiguos y nuevos, fijados y re-creados, con los que adentrarnos en el significado o enjuiciamiento de las cosas y de mí mismo como ser que piensa y nombra las cosas, ser que se reconoce no capaz de conocerlo todo; nos sometemos a algo que nos transciende y que no podemos abarcar pero que nos alcanza y reconocemos como propio, un devenir siendo que, misteriosamente, sucede desde la renuncia, el silencio y la escucha.
El sentido y el lenguaje
El Sentido – tanto el que interpreta palabras, frases y textos, como el que se “siente” o intuye y se re interpreta- se va captando, conformando, comprendiendo y expresando en movimiento. Va desde las iniciales palabras y gestos que se relacionan con la realidad concreta, las frases, textos y discursos con los que conocemos la realidad, hasta lo que se comprende sin necesidad de palabras. Y al revés podemos resumir un sentido, la obra de toda una vida, en un título, en una palabra, una mirada, una sonrisa, expresando, en sentido poético, todo el universo de sentimientos, creencias y deseos. Consideramos la literatura la auténtica madre del lenguaje, no al revés.
Estamos en la era del lenguaje, el lenguaje es expresión, relación e intercambio de significación y, desde el desapego que me permite tomar distancia, creación, pero seguimos anclados en las lenguas y los sistemas de signos que, intentando dominar, se nos escapan continuamente. Nos da miedo el movimiento y seguimos con el conocimiento normativo y cosificado que nos resulta útil y creemos poder manejar, pero el auténtico aprendizaje, el que provoca una transformación, se produce en relación y siempre es creación, expresión, transformación, re-creación.
Será necesario conocer esos sistemas, pero sabiendo que son limitados, abiertos y flexibles. Conociendo más y mejor dichos sistemas y lo que los que se han dedicado a su estudio nos han explicado, nos habremos de alejar para entrever, más que ver, un algo intangible que nos resuena y alumbramos. Habremos de renunciar a acaparar para poder albergar y dar.
Llegamos al mundo habiendo escuchado una voz, la reconocemos, balbuceamos, hablamos, nos esforzamos por dar nuestra propia palabra; nunca estamos satisfechos, finalmente no nos queda nada más que el silencio y la mirada que alguien nos sostiene; esa mirada silenciosa y amorosa muestra la más pura verdad, la indecible, la que nos permite, nuevamente, hablar con un hablar nuevo, un hablar que trae consigo el murmullo de la fuente, el eco de una voz que no es, pero que se siente, se piensa, se comprende y se expresa.
Atravesando la propia conciencia a través de lo que nos resulta doloroso, incomprensible o absurdo podemos, finalmente, llegar a dar y a compartir la propia palabra, una palabra que libera, construye y transforma.