Pocos niños, niñas y adolescentes reciben una educación afectivo – sexual de calidad que les capacite para asumir el control de su propia sexualidad y relaciones de pareja. Los mitos y creencias erróneas que durante siglos y siglos la cultura ha inculcado en nosotros han creado una sociedad en la que predomina la desinformación afectivo – sexual.
Muchas personas se encuentran teniendo una vida sexual llena de mensajes confusos y negativos, vergüenza y silencio por parte de la sociedad que sólo alimenta actitudes nocivas como son la desigualdad de género, discriminación sexual o el no uso de anticonceptivos o métodos de barrera frente a ETS, entre otros.
Esta preparación sobre sexualidad y conducta sexual casi nula aumenta la vulnerabilidad de los menores ante la violencia o el abuso sexual, junto con el no hablar con naturalidad y libremente de sexualidad, no sólo mantiene ideas erróneas y dañinas en las personas, sino que, además, limita su capacidad de decidir acerca de sus propias prácticas, gustos y relaciones sexuales.
La educación sexual, clave en el desarrollo de la sociedad
De acuerdo con la OMS (2011) la educación sexual se presenta como herramienta básica para el desarrollo de una sociedad diversa, igualitaria y rica en valores. Todas las personas desde que nacen son seres sexuados y tienen la potencialidad de desarrollar su sexualidad de una u otra forma. La educación sexual ayuda a preparar a la juventud para la vida en general, especialmente para construir y mantener relaciones satisfactorias que contribuyan a desarrollar de manera positiva la personalidad y la autoestima.
Así pues, asumir la educación afectivo – sexual desde una perspectiva integral es vital en la preparación de niños/as y adolescentes para lograr una vida segura y plena donde vivan su sexualidad de forma libre y sana.
¿Qué supone la educación integral en sexualidad?
La educación integral en sexualidad (EIS) es un componente esencial en la educación escolar y familiar para la prevención de ITS y ETS, embarazos no deseados, violencia y desigualdad de género. Además de para la formación de jóvenes que desarrollen valores y actitudes éticas para tomar las decisiones pertinentes acerca de su sexualidad, siendo ésta consciente, saludable y respetuosa.
Frenos en la educación afectivo sexual
La desinformación, el miedo, los tabúes y las presiones sociales siguen siendo constantes. Los roles de género siguen estando muy presentes, a veces de manera tradicional y visible, y otras muchas, bajo una falsa imagen de igualdad (González y Monasterio, 2011). Por todo ello es de vital importancia crear un espacio donde los adolescentes se sientan relajados y seguros para hablar acerca de su sexualidad y resolver todas las dudas que puedan tener para así dotarles de las herramientas necesarias para tomar la decisión de hacia dónde quieren conducir su vida afectivo – sexual.
Además, y de acuerdo con la UNESCO (2018) los programas de EIS deberían ser impartidos por docentes bien capacitados, y que reciban apoyo, en establecimientos educativos, dado que estos proporcionan una oportunidad importante de alcanzar con la educación en sexualidad a grandes números de jóvenes antes de que sean sexualmente activos, además de ofrecer un entorno estructurado de aprendizaje.
Objetivos de la educación integral en sexualidad
Así pues, es de vital importancia la existencia de una educación integral en sexualidad (EIS) entendida como un proceso que se basa en un currículo para enseñar y aprender acerca de los aspectos cognitivos, emocionales, físicos y sociales de la sexualidad. Su objetivo es preparar a los niños, niñas y jóvenes con conocimientos, habilidades, actitudes y valores que los empoderarán para: realizar su salud, bienestar y dignidad; desarrollar relaciones sociales y sexuales respetuosas; considerar cómo sus elecciones afectan su propio bienestar y el de los demás; y entender cuáles son sus derechos a lo largo de la vida y asegurarse de protegerlos. (UNESCO, 2018).