El incremento en la esperanza de vida está dando lugar a un envejecimiento de la población y, con ello, a un aumento de la incidencia de enfermedades neurodegenerativas asociadas al envejecimiento. Dentro de esta categoría entrarían las demencias, entendiéndolas como un síndrome producido por una enfermedad cerebral, generalmente de carácter crónico o progresivo que conlleva la alteración de funciones corticales superiores (memoria, pensamiento, orientación, comprensión, cálculo, aprendizaje y juicio), emocionales y conductuales (Jurado, Mataró, & Pueyo, 2013).
La demencia en los procesos neurodegenerativos
Cuando se habla de demencia, probablemente la primera palabra que nos viene a la cabeza es “memoria” y, ciertamente, la pérdida de memoria es uno de los síntomas más prominentes en procesos neurodegenerativos. Íntimamente ligada con la memoria está la emoción. Esta relación no se sustenta exclusivamente por nuestras propias sensaciones e introspecciones sino que funcionalmente actúan en paralelo y anatómicamente son procesos que tienen lugar muy cerca uno del otro.
¿Qué es el sistema límbico?
Dijo Eric Jensen: “El sistema límbico, esa parte primitiva del cerebro que no puede ni leer ni escribir, nos provee el sentimiento de aquello que es real, verdadero e importante”. Este sistema está compuesto por un conjunto de estructuras cuya función está relacionada con las respuestas emocionales, el aprendizaje y la memoria. Nuestra personalidad, nuestros recuerdos y en definitiva el hecho de ser como somos, depende en gran medida del sistema límbico. Los componentes de este sistema son la amígdala, el hipotálamo, la hipófisis, el hipocampo, el septum y la circunvolución del cíngulo.
Si, además, añadimos que es el responsable también de las respuestas viscerales de lucha, ira, huida, respuestas sexuales, sentimientos, etc., cabe esperar que cuando hay una disfunción en este sistema o en sus redes neuronales adyacentes, la vivencia para la persona que lo padece será cuanto menos, desconcertante y eso es lo que le ocurre a alguien que sufre una demencia cortical (aunque no exclusivamente), como es el caso del Alzheimer o las demencias frontotemporales.
Si bien con frecuencia resulta tedioso para los familiares y/o cuidadores lidiar con algunos de los comportamientos de personas que padecen estas enfermedades, es importante tener en cuenta que detrás de esas conductas, hay una disfunción cerebral. Manifestaciones prototípicas de alteraciones relacionadas con el mal funcionamiento del sistema límbico y sus circuitos cerebrales, se darían cuando repiten las mismas preguntas una y otra vez, deambulan o siguen a sus familiares a todas partes, acumulan o esconden objetos, se muestran malhumorados, irritados, en ocasiones agresivos, o bien se expresan de manera obscena, tienen comportamientos atrevidos o desinhibidos, no reconocen a familiares o conocidos, se agitan, se ponen nerviosos o tienen miedo y se muestran tristes o sin interés por las cosas.
¿Cómo actuar ante estas disfunciones?
Hemos de comprender que se trata de trastornos del comportamiento propios de la enfermedad. Preguntar sobre los mismos temas, repetir palabras y frases puede significar que la persona hace lo que sabe hacer, es decir, tiene recuerdos parciales en su memoria y le sirven de referencia para hablar. También puede tender a acumular objetos que representan parte de su biografía o con los que se identifica, en un intento de no olvidar quién es.
Los familiares de referencia constituyen para él señales de seguridad, es decir, les produce tranquilidad estar próximos a personas que les resultan conocidas, de las que reciben afecto y que les ayudan a interpretar un entorno ahora desconocido, producto de la desorientación que conlleva la pérdida de memoria y ese exceso de irritación, la agresividad o la labilidad emocional están muy relacionadas con la propia frustración que genera las limitaciones de la enfermedad.
Además, la afectación neurológica también está implicada en que ciertos rasgos de la personalidad del paciente que ya estaban presentes a lo largo de su vida, tiendan a exacerbarse pues la disfunción de las zonas corticales que inhiben y que regulan la conducta en personas sanas, no funcionan adecuadamente , impidiéndole físicamente, dominar sus emociones negativas o las conductas desinhibidas.