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COACHING, TALENTO Y NEUROCIENCIA

COACHING, TALENTO Y NEUROCIENCIA

¿Qué es el coaching?

         Vivimos “bombardeados” por terminología, estudios y propuestas que en numerosas ocasiones son difíciles de implementar y llevar a la práctica. Cuando nuestra vocación es trabajar con personas acompañándolas para descubrir sus enormes capacidades y su potencial para aumentar las posibilidades de éxito en la consecución de sus objetivos, ofrecer un método riguroso y eficaz se antoja un buen punto de partida.

           El coaching expresado de una manera “académica” es un método que, mediante un proceso de entrenamiento y aprendizaje despierta el talento y los recursos de las personas (empresarios, deportistas, directivas, emprendedoras…) para incrementar su rendimiento, eliminando los obstáculos internos a través del establecimiento de un plan de acción con metas u objetivos determinados por el propio cliente.

El coaching como proceso vivencial

Desde un punto de vista más personal, hablo además de un proceso vivencial que permite adaptarnos a los cambios, engranar y armonizar los distintos factores que condicionan a las personas, minimizando las interferencias que impiden desarrollar y/o expresar su potencial. Es un modelo transformacional para determinar el grado de cambio que quiere el cliente y cómo facilitarlo, por lo que el profesional que lo realiza, el coach, ejerce como agente facilitador, como agente del cambio, desde una visión sistémica, cuerpo, mente —pensamientos y emociones— y acción.

Sin tener ninguna intención de establecer diferencias entre escuelas y modelos para desarrollar la profesión, sí creo importante mencionar dos  hechos relevantes que caracterizan los procesos de coaching con independencia de su apellido (ejecutivo, deportivo, personal, educativo…):

  1. El coaching es un método no directivo, esto es, la solución no viene de fuera hacia dentro como puede suceder en otras propuestas. Estamos ante un proceso de descubrimiento, de dentro a fuera. El cliente, coachee, desde una metodología trabajada e integrada de escucha activa y preguntas generadoras, irá descubriendo sus potencialidades, sus recursos y sus enormes posibilidades y, cómo no, también sus miedos, sus frenos e interferencias. Aprenderá a gestionar para aceptar y avanzar, reorientando o tomando otro camino.
  2. El segundo hecho debe poner de manifiesto que ese camino no lo marcará el coach, lo determinará, desde su responsabilidad, el coachee. Cambiar es difícil, a veces muy difícil, pero es algo más sencillo si está facilitado y nos sentimos acompañados.

           Neurociencia, epigenética, psicobiología y tantos otros son disciplinas que asustan al menos por su nombre si no somos capaces de llevarlas al “día a día”. Pasar del laboratorio y de la investigación, al lenguaje cotidiano, sin perder rigor, debería ser otra de nuestras misiones profesionales: acercar de modo divulgativo la ciencia para llevarla inmediatamente a la práctica. En uno de los cursos que impartí, encontré escrita en la pared de un viejo colegio una frase del sabio chino Confucio, que ya en el siglo V a. C. lo ilustraba perfectamente:

«Lo que se escucha se olvida, lo que se ve se recuerda, lo que se hace se aprende».

Podemos definir la neurociencia como un conjunto de disciplinas, química, biología, psicología, genética, fisiología…, que desde la idea inicial del estudio del sistema nervioso intenta comprender su funcionamiento mediante metodologías y técnicas diversas. Se ocupa del estudio de estructuras cerebrales, sus conexiones, los procesos cognitivos, las funciones ejecutivas, pero también de las emociones, la optimización del aprendizaje, de la salud cerebral, de su relación con el cuerpo y de las enfermedades neurológicas y mentales.

La Neurociencia y el talento

Llegados a este punto, es lícito, y diría que necesario, preguntarse: todo esto que se está planteando, ¿realmente se puede entrenar? ¿El talento es innato o se desarrolla? ¿Se pueden mejorar y optimizar los procesos de aprendizaje?

Son numerosos, resulta interesante y necesario revisar qué dice la ciencia, los estudios sobre el talento. Al parecer, todos tenemos un 5% de nuestro cerebro preparado para desarrollar, con especial competencia, una o varias capacidades, ya sean artísticas, motrices, matemáticas o lingüísticas. El problema suele ser que en la mayoría de las ocasiones no lo descubrimos porque no generamos la posibilidad. Capacitar el talento es permitir su desarrollo y, optimizar el aprendizaje, es generar respeto a la individualidad de las personas, a sus objetivos vitales y a sus quereres. La genética no determina quién eres, en algunos casos predispone. Del resto, cada uno de nosotros tenemos mucho que decir.

¿Qué es el talento?

Entendemos el talento como la suma de las capacidades de la persona, su compromiso, su motivación y, cómo no, la acción y puesta en marcha. En estos últimos diez años en los que me he centrado profesionalmente en el desarrollo humano, me he encontrado tres perfiles claramente definidos que nos ponen en la pista de las dificultades a solventar:

  • El procrastinador: una persona generalmente capaz, con compromiso, pero que no da el paso, que no actúa.

«Los que están siempre dudando se pasan la vida a la pata coja».

  • El desmotivado: estamos de nuevo frente a una persona capaz, formada, que en este caso sí se pone en marcha, pero con desgana, sin un porqué. Y así es, cuando menos, complicado permitirnos que aflore el talento.

«No vivimos al nivel que nos marcan nuestras capacidades, vivimos al nivel que nos marcan nuestras creencias».

  • El bien intencionado. Es un perfil muy grato con el que trabajar. Quiere, esto es, está comprometido. Se pone a ello y actúa. Pero le faltan herramientas y conocimiento, lo que se traduce en buenos propósitos, pero ineficientes:

«Tus acciones dirán quién eres. El árbol se reconoce por sus frutos».

El talento surge de la simbiosis entre las capacidades, el compromiso y la acción.  Y cuanto mayor sean sus índices individuales, mayores las posibilidades de generar valor.

Es por esto por lo que no deberíamos entrenar un cerebro centrándonos en el déficit. Se rescata y se predispone al cerebro para el aprendizaje desde las potencialidades. Podemos constatar que las cosas funcionan. Pero saber por qué funcionan me permite «no recetar» y sí personalizar los procesos. Cada cerebro es distinto, cada ser humano es distinto, con sus déficits y sus potencialidades, sus emociones, sus capacidades y sus deseos de poder alcanzar sus metas, superar sus barreras y hacerlo siendo feliz en el intento. El entrenamiento, la motivación, las adaptaciones biofisiológicas y, desde luego, la neuroplasticidad nos lo permiten.

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Acerca del autor:

José Vicente Cabas
Coach profesional, entrenador mental, divulgador y empresario. Es coordinador y profesor del máster de neurociencia, neurotalento y coaching empresarial de ISEP y del programa ISEP LIDERA. Colabora e imparte clases en universidades, escuelas de negocios y federaciones deportivas. Combina su labor docente con la de coach profesional con deportistas de relevancia nacional e internacional y asesor personal y ejecutivo en varias multinacionales. Es autor del libro CAMBIO CONSCIENTE.

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