La fibromialgia (FM) es una enfermedad crónica caracterizada por dolor musculoesquelético generalizado, acompañado por fatiga y problemas de sueño, de memoria y estado de ánimo, y no tiene causa conocida. La teoría de la puerta de Melzack y Wall, explica que el dolor responde no solo al daño tisular, sino también a aspectos emocionales, conductuales (de reforzamiento y motivacionales) y atencionales que se encuentran alterados en el individuo y que contribuyen a la percepción del dolor.
La prevalencia de la FM es mayor en mujeres que en hombres (7-1), y su edad de presentación más frecuente es entre los 30 y 50 años. La cronicidad y dificultad de diagnóstico de la FM suponen un elevado coste económico para la sociedad debido a la necesidad de derivación a especialistas y la prescripción de fármacos para su tratamiento.
Consequencias y diagnóstico
Para el diagnóstico de la FM se requiere una historia de dolor generalizado presente durante al menos tres meses, dolor en ambos lados del cuerpo por encima y por debajo de la cintura, y dolor en 11 de los 18 puntos dolorosos a la palpación digital en ambos lados del cuerpo (occipucio, cervical, trapecios, supraespinosos, segunda costilla, epicóndilos laterales, glúteo, trocánter mayor y rodillas).
Los pacientes con FM se caracterizan por tener predisposición al catastrofismo, presentando sensibilidad a la ansiedad y afectividad negativa, con tendencia a la evitación. Una de las principales consecuencias de la FM es la limitación en la realización de actividades diarias como caminar, hacer ejercicio o trabajar.
Intervención
La intervención en la FM busca mejorar la calidad de vida del paciente y tratar los problemas de sueño y memoria asociados. La triple activación cognitiva, fisiológica y conductual es una línea de intervención imprescindible en la FM, para lo cual se pueden utilizar diferentes herramientas:
- Tratamiento farmacológico: ayuda a aliviar la sintomatología a corto plazo, pero por sí solo no ha demostrado ser eficaz.
- Psicoeducación: para estos pacientes es necesario aprender a manejar el dolor, incrementando la presencia de conductas funcionales y disminuyendo aquellas conductas de no afrontamiento y reforzadoras de dolor. Por ello potenciaremos la importancia actividad física y el apoyo social, así como estrategias individuales para cambio de conducta.
- Técnicas de relajación: pensadas para la reducción de la intensidad de los síntomas físicos.
- Inoculación del estrés: procedimiento cognitivo-conductual que persigue el objetivo disminuir el grado de atención que el paciente pone a sus síntomas, mediante imaginación y autoinstrucciones.
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