En el mundo actual, la salud mental se ha convertido en un tema central para alcanzar un bienestar personal integral. El autocuidado es definido como “las formas específicas del cuidado de sí que desde el punto de vista físico, psicológico, social, espiritual, medioambiental y económico tienen las personas aparentemente sanas o enfermas para mantener/mejorar su salud” (Cancio-Bello, C., Lorenzo, A. & Alarcó, G.,2020), jugando un papel crucial en el proceso de mantener el equilibrio entre las demandas del entorno y la salud física y emocional.
Según la teoría del déficit de autocuidado de la enfermera Dorotea Dorem (1969), el autocuidado es una función humana reguladora que debe aplicar cada individuo de forma deliberada con el fin de mantener su vida y su estado de salud, desarrollo y bienestar, por tanto, es un sistema de acción. El autocuidado debe aprenderse y aplicarse de forma deliberada y continúa en el tiempo, siempre en correspondencia con las necesidades de regulación que tienen los individuos en sus etapas de crecimiento y desarrollo, estados de salud, características sanitarias o fases de desarrollos específicas, factores del entorno y niveles de consumo de energía (Naranjo, Y., Concepción, J., y Rodríguez, M., 2017).
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El autocuidado en la sociedad actual
El Instituto Nacional de Estadística (2022), señala que, a nivel nacional, un 17,7% de personas de 16 y más años declaraban un estado de salud autopercibido muy bueno, un 52,5% un estado de salud bueno, un 22,71% un estado de salud regular, un 5,3% un estado malo de salud y un 1,8% un estado muy malo de salud. Aunque las cifras indican que hay un mayor porcentaje de la población que considera que tiene un buen estado de salud en contraposición con quienes perciben tener un mal estado de salud, la realidad constata que suele ser difícil iniciar y, sobre todo, mantener una rutina de actividades, descanso y ocio que permita mantener el bienestar en general.
Esto se debe, en gran medida a que, se suele priorizar los quehaceres y “deberías”, pensando en ocasiones, que es egoísta dejar de lado otras responsabilidades por dedicar un tiempo para sí mismo. También es cierto que el autocuidado cuesta, porque depende de los hábitos. Un hábito constituye un comportamiento que, tras repetirlo un número de veces considerables, se interioriza como forma natural de conducta. Los hábitos, una vez adquiridos, se realizan de modo automático por lo que no requieren de la participación de ciertos procesos mentales superiores como la atención, el procesamiento de la información, la intervención consciente, etc. Esta automatización de conductas permite invertir recursos personales en otros asuntos sin apenas atender a estos comportamientos ritualizados, pero para ello, al principio, se requiere dedicar tiempo y esfuerzo. Otra de las razones por las que es complejo el autocuidado, se debe a que las personas no saben cómo hacerlo, bien porque no se les ha enseñado cómo porque no lo han practicado durante mucho tiempo.
Beneficios del autocuidado para la salud mental y física
Sin embargo, está comprobado que el autocuidado ofrece numerosos beneficios, además de ser y actúa como un factor protector tanto para las enfermedades físicas como las mentales. Ayuda , puesto que ayuda a reducir los niveles de estrés y ansiedad, mejora el estado de ánimo y aumenta la resiliencia frente a los desafíos de la vida. Además incentiva de incentivar rutinas alimenticias y deportivas que fortalecen el sistema inmunológico, mejoran la calidad del sueño y aumenta la energía y vitalidad.
En ese sentido, lo recomendable es iniciar con acciones pequeñas, puesto que pequeños actos “sin importancia” que resultan fáciles de mantener constantemente, influyen más en la conducta que grandes transformaciones puntuales. Por tanto, más que determinar un gran objetivo concreto, lo suyo es ir incorporando buenas acciones en el corto plazo, que vayan reduciendo las acciones desadaptativas en el largo plazo.
Sistema de regulación emocional
Para ello, Paul Gilbert (2018), habla de tres sistemas de regulación emocional, que, si bien están diseñados para realizar distintas funciones, también trabajan juntos y se equilibran entre sí:
El sistema de amenaza y autoprotección tiene la función de detectar posibles peligros, seleccionar y elegir la respuesta más adecuada para poner a salvo a la persona.
El sistema de búsqueda de incentivos y recursos promueve que el individuo se incline hacia la búsqueda de objetivos necesarios para sobrevivir y prosperar.
El sistema de confort, satisfacción y seguridad, tiene la capacidad de regular la hiperactivación/adicción de los sistemas antes explicados y su activación permite a las personas sentirse seguras, confiadas y serenas en relación con el mundo y los demás.
Gilbert plantea que lo que sucede en esta sociedad es que se produce una predominancia del sistema de incentivos unido al sistema de amenaza: si no conseguimos lo que pretendemos, nos frustramos, dejando de lado, al único de los tres sistemas que permite volver al organismo a la homeostasis, el sistema de confort y seguridad.
Implementación de prácticas de autocuidado en la rutina diaria
Por ello, es fundamental diseñar un espacio personal que en el que se incluya tiempo para que el individuo pueda relajarse y realizar actividades de goce placenteras sin ser interrumpido, establecer límites y aprender a decir no a compromisos adicionales que puedan causar estrés innecesario. Es importante, monitorizar de forma regular los niveles de estrés de acuerdo a las funciones básicas como sueño, alimentación, actividad física, ocio, estados de ánimo, etc. con el fin de identificar y modificar patrones de pensamiento y comportamiento desadaptativos. Asimismo, practicar mindfulness, yoga o respiración profunda para potenciar la relajación del sistema nervioso y el consecuente estado de calma del organismo. Realizar actividad física, y consumir una dieta rica en nutrientes esenciales, así como invertir y dedicar espacios de tiempo en a actividades placenteras junto a personas importantes y seres queridos, son otras de las estrategias para promover el autocuidado.
Finalmente, el autocuidado es esencial para mantener una salud mental y física. Al comprender su importancia y aprender a incorporar estrategias en la rutina diaria, se mejora significativamente el bienestar personal. Por su parte, la salud pública y los profesionales sanitarios tienen por delante un trabajo de psicoeducación a la población que potencie el desarrollo de prácticas de autocuidado efectivas, asegurando así una vida más saludable y satisfactoria para la sociedad.
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