Blog de ISEP

Acoso Escolar en la Era Digital: ¿Cómo Adaptar las Intervenciones?

Acoso Escolar en la Era Digital: ¿Cómo Adaptar las Intervenciones?

El acoso escolar, también conocido como bullying, ha sido un problema persistente en las instituciones educativas durante décadas. La escuela es uno de los primeros espacios de socialización, donde niños y adolescentes entran en contacto con adultos ajenos al núcleo familiar y profundizan los vínculos con sus pares. 

No obstante, con el surgimiento de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC´s), el mundo en el que se relacionan las niñas, niños y adolescentes se ha extendido de una manera sorprendente para aquel sector de la población que no forma parte de los denominados nativos digitales (Presnky, 210 2001), estableciendo un número significativo de interacciones a través de los recursos tecnológicos a su alcance.  

Un estudio realizado por el “Foro Generaciones Interactivas” (Bringué et al, 2010, cp. Lanzillotti, 2012) indagó cómo los niños y adolescentes de 6 a 18 años, llamados “generación interactiva”, emplean y valoran el ordenador, Internet, televisión, móvil y videojuegos. Dicho estudio arrojó que el 89% de los adolescentes entre 10 y 18 años tiene un teléfono móvil propio y el 93% tiene acceso a Internet. Por su parte, una investigación realizada por Microsoft junto al Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) (Microsoft, 2011, cp. Lanzillotti, 2012), destacó que el 16% de los adolescentes encuestados manifestó haber recibido alguna vez intimidaciones, amenazas o comentarios discriminatorios en alguna red social. 

El llamado cyberbullying o acoso digital ha hecho que las agresiones sean más difíciles de detectar y manejar, extendiéndose más allá del entorno escolar y afectando a al alumnado en su día a día, incluso en sus propios hogares, convirtiéndose así en un reto más complejo para educadores, padres y legisladores educativos. Las plataformas más comunes donde ocurre el acoso digital incluyen redes sociales, aplicaciones de mensajería instantánea y foros en línea. Estos medios permiten que el acoso se perpetúe indefinidamente, ya que el contenido ofensivo puede ser compartido, comentado y visualizado por un gran número de personas, lo que incrementa la sensación de vulnerabilidad, sobreexposición y aislamiento en las víctimas, puesto que un único episodio de cyberbullying puede ser entendido como repetido si la agresión es vista varias veces por otras personas o por los propios implicados. Es decir, una única acción puede ser vista infinitas veces, dando lugar a una continua y generalizada humillación (Lanzillotti, 2012).  

Nora Rodríguez (Álvarez, 2015), pedagoga que ha analizado las fases del acoso que son comunes a las del ciberacoso, nos indica que: a) la primera fase, suele iniciarse con un mote inocente que provoca burlas en el agresor y el resto del grupo, b) la segunda fase que se caracteriza por momentos de tensión y confusión, donde la víctima es acosada de manera sistemática y suele ocultar a los adultos de su alrededor, la causa de su dolor, y c) la tercera fase, en la que la víctima se aísla del grupo que le hace sufrir, su autoestima está dañada y tiene sentimientos de rabia, impotencia e indefensión. 

En cuanto a los actores que participan del cyberbullying, al igual que en el caso del bullying, encontramos a las víctimas, que se dividen en víctimas pasivas, con un carácter introvertido y sumiso, pueden parecen débiles y distintas al resto de compañeros, y víctimas provocadoras, también llamadas víctimas agresivas, ya que ante una agresión reacciona también con agresividad, por lo que ocupan ambos roles (Di Lorenzo, 2012, cp. Hidalgo, 2020). 

En lo que respecta al grupo de agresores, se considera que existen agresores puros, los cuales suelen presentar dificultad para acatar normas sociales y una falta de empatía y consideración con los demás, y agresores victimizados, los cuales responden agresivamente ante otras agresiones que experimentan, habitualmente en el entorno familiar (Di Lorenzo, 2012, cp. Hidalgo, 2020) 

Por su parte, están los observadores que pueden ayudar, reforzar y ser compañeros del agresor, pero sin participar activamente, también, pueden ser testigos sin denunciar o, finalmente, pueden ayudar y apoyar a las víctimas (Di Lorenzo, 2012, cp. Hidalgo, 2020) 

El acoso al que se enfrentan las víctimas de ciberbullying puede dar lugar a distintas formas de ciberacoso (Kowalski et al., 2010, cp. Álvarez, 2020): insultos electrónicos (suele ser un intercambio recíproco), hostigamiento, que incluye mensajes ofensivos reiterados enviados a la víctima, denigración, que se basa en dar información falsa y despectiva sobre la víctima, suplantación, a partir de la cual, el acosador se hace pasar por la víctima, la mayoría de las veces utilizando sus claves de acceso para acceder a sus cuentas online, desvelamiento, a partir de lo cual, se expone información de la víctima, a menudo comprometida, a otras personas, exclusión y ostracismo, eliminando a la víctima de grupos, foros o listas de contactos, ciberpersecución, en la que se emplean comunicaciones electrónicas hostigadoras y amenazantes para perseguir a otra persona y, difusión de agresiones físicas, conocida como happy slapping (Mora-Merchán y Ortega, 2007, cp. Lanzillotti, 2012, 2012), e implica que un grupo de estudiantes golpea a otro mientras es grabado con un teléfono móvil para luego difundirlo en internet y burlarse de la víctima, combinando la agresión online con la offline (Lanzillotti, 2012).  

Las consecuencias del acoso escolar en la era digital son profundas y variadas. A nivel psicológico, las víctimas suelen experimentar ansiedad, depresión, baja autoestima, y conductas autolesivas. En el ámbito académico, el cyberbullying puede derivar en un descenso en el rendimiento escolar, ausentismo y desmotivación generalizada. Sin lugar a duda, la repercusión más extrema tanto del bullying como del cyberbullying, es el suicido (Bhat, 2008, cp. Lanzillotti, 2012), por lo que los efectos de estos fenómenos no pueden subestimarse y deben implemetarse intervenciones tanto en la escuela como en los otros entornos en los que se desenvuelven los niños, niñas y adolescentes.  

En lo que se refiere al proceso de intervención ante un caso de ciberbullying caben destacar varios estadios (Luengo et al., 2011, cp. Álvarez, 2020): a) la detección (lo más difícil debido a muchas veces la invisibilidad del fenómeno) y la obtención de información preliminar sobre el contexto y medio donde se producen las agresiones y la identificación del posible agresor, b) la valoración del caso y las primeras propuestas de abordaje, c) el plan de actuación y d), la evaluación y seguimiento de dicho plan. Cabe destacar que una de las medidas tradicionales contra el acoso escolar, son las charlas educativas y los programas de mediación, sin embargo, presenta limitaciones significativas cuando se trata del entorno digital. Por lo tanto, es crucial adaptar estas estrategias para abordar eficazmente el cyberbullying. 

Una de las principales adaptaciones es la educación digital, que implica no solo enseñar a los estudiantes sobre los peligros del cyberbullying, sino también proporcionarles las herramientas y habilidades necesarias para navegar de manera segura en el entorno digital. Los programas educativos deben incluir formación sobre privacidad, seguridad en línea y el uso responsable de las redes sociales. 

Dentro del programa Daphne III de la Comisión Europea, se ofrecen algunas pautas de manejo del cyberbullying para ser implementadas por profesores y miembros de centros educativos, entre las que destacan (Álvarez, 2020): 

  • Guardar los mensajes amenazantes como prueba de los hechos o evidencias electrónicas: pantallazos, grabaciones, toma de imágenes, etc. En el caso de conocer a la persona que los emite, solicitarle que los retire 
  • Contactar con el administrador de la página web para denunciarlo. 
  • Solicitar ayuda a un adulto: padres, docentes, etc. 
  • Tener presente que, en las redes, queda rastro de todo lo que se hace, por lo que se puede monitorizar al agresor.  
  • No dar información personal a quien no es de confianza.  
  • No olvidar que insultos, amenazas o hacerse pasar por otra persona puede ser un delito. 

Si el acosador forma parte del entorno educativo de la víctima, comunicarlo a los responsables de la escuela.  

Otra estrategia clave es el monitoreo y la regulación. Las escuelas y los padres deben disponer de herramientas tecnológicas que les permitan detectar y actuar ante situaciones de acoso digital de manera temprana. El uso de software de monitoreo y la implementación de políticas claras sobre el uso de dispositivos digitales en el ámbito escolar son esenciales para prevenir el cyberbullying. 

Además, es fundamental ofrecer apoyo psicológico en línea. Las plataformas digitales pueden ser utilizadas para proporcionar asistencia psicológica y legal a las víctimas de acoso escolar. Estos servicios deben ser accesibles, confidenciales y adaptados a las necesidades específicas de los estudiantes afectados. 

Por último, la participación activa de las familias es indispensable. Los padres deben estar capacitados para reconocer las señales de acoso digital y actuar de manera oportuna. Esto incluye establecer canales de comunicación abiertos con sus hijos y colaborar estrechamente con las escuelas para asegurar una respuesta coordinada ante situaciones de acoso. Para ello, se recomienda (Guía Ararteko: https://www.ararteko.eus/sites/default/files/2021-12/1_1218_3.pdf, 2008): 

  • Mantener un diálogo fluido sobre lo que los niños y adolescentes hacen en Internet, con quién hablan o qué páginas web visitan más. 
  • Establecer de forma consensuada unas reglas básicas de uso de las tecnologías, situando el ordenador en un lugar común de la casa.  
  • Controlar el tiempo que pasan los niños y adolescentes en internet o usando el teléfono móvil. Se deben establecer horarios de uso que se adapten al horario de estudio. 
  • Fomentar la idea de no concretar quedadas o encuentros “en persona”, con amigos conocidos por Internet o por el teléfono móvil, ya que estas personas pueden no ser quienes dicen ser. 
  • Instalar antivirus, cortafuegos y programas de filtrado spam en su ordenador y asegúrese de actualizarlo cada cierto tiempo, así como controles parentales en los dispositivos electrónicos de los hijos. 

Para finalizar, el acoso escolar en la era digital requiere un enfoque colaborativo que involucre a psicólogos, educadores y padres. Cada uno de estos actores juega un papel crucial en la creación de un entorno seguro para los estudiantes. Las buenas prácticas incluyen el desarrollo de programas de prevención integrales que combinen educación, monitoreo, apoyo y participación familiar. 

Si te interesa este tema, te invito a formarte con el Máster en Intervención en Dificultades del Aprendizaje en ISEP.

Infórmate de éste programa gratis y sin compromiso

Avatar de Maribí Pereira

Acerca del autor:

Maribí Pereira
Psicóloga general sanitaria de adolescentes y adultos. Especialista en Psicología Clínica y de la Salud. Con un enfoque terapéutico cognitivo conductual, integrador, trabajando las habilidades emocionales para promover el cambio en pensamientos y conductas poco adaptativas, ISEP Clínic, Barcelona y consulta propia. Directora del departamento de Proyectos Formativos de ISEP Formación. Docente, tutora de prácticas y trabajos finales de máster en los programas formativos de Psicología Clínica y de la Salud, Terapias de Tercera Generación y Neurociencia, neuro talento y coaching empresarial, de ISEP Formación.

Ver todas las entradas por Maribí Pereira

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *