Esta semana la docente del Máster en Psicología Clínica y de la Salud de ISEP Judit Arjona, propuso a los alumnos a desprenderse del móvil durante 24 horas como actividad voluntaria dentro del módulo “Ludopatías y nuevas adicciones”. ¿Crees qué lo consiguieron?
¿Podemos vivir sin móvil 24 horas?
Según nos cuenta Judit, el objetivo de este experimento, era que los alumnos reflexionaran sobre el uso que se hace de los dispositivos móviles a nivel social, teniendo en cuenta que éste está presente en muchas de nuestras actividades diarias, e incluso, puede llegar a impedirnos que nos relacionemos directamente con el resto.
De este modo, Judit sugirió a una trentena de alumnos que, de manera voluntaria, dejaran su dispositivo móvil bajo llave durante aproximadamente 24 horas para que pudieran conocer de primera mano la sensación de ansiedad que puede tener una persona adicta cuando le impides realizar la conducta a la que es adicto.
Cuando Judit propuso el experimento, algunos de ellos pensaban que se trataba únicamente de un ejemplo de clase, pero cuando vieron que la propuesta iba en serio, la reacción inmediata de casi todos ellos fue el rechazo.
Resistencia del alumnado al no uso del móvil
Agustina Muntaner, tuvo muy claro desde el principio que optaba no desprenderse del teléfono móvil porque le suponía una incomodidad estar sin él y prefería estar disponible en caso de urgencia con sus pequeños.
Sin embargo, pasados unos minutos y con la posibilidad de avisar previamente a la gente de su entorno que iban a estar sin móvil durante algunas horas, las tornas empezaron a cambiar y cada vez más alumnos se sumaron al reto.
Eduardo Lantigua nos confiesa que cuando vio que la propuesta iba en serio, se puso un poco ansioso pensando en cómo iba a sobrevivir un día sin su teléfono móvil y acabó aceptando la propuesta.
Paola Durán, por su parte, hizo un repaso mental de todo lo que debía hacer ese día para saber si podía desprenderse de él y se dio cuenta de que en general sólo usaba su dispositivo móvil para consultar las redes sociales y para comunicarse con aquellos que están lejos, por lo que podía prescindir de teléfono durante unas horas.
Pese a que Ana María Rozo también se decantó por deshacerse del teléfono reconoce que, si hubiera tenido algo importante que hacer ese día, le hubiera costado un poco más hacerlo, aunque finalmente hubiera acabado retándose a sí misma a hacerlo.
Finalmente, un tercio de los alumnos a los que se les había hecho la propuesta, aceptaron el reto recalcando que sería una experiencia interesante a la vez que curiosa.
Beneficios del uso responsable del móvil
Lo que muchos de ellos desconocían en ese momento, era que el hecho de no disponer de móvil, les haría agudizar el ingenio a la hora de buscar alternativas al uso del teléfono móvil. Eduardo Lantigua, por ejemplo, nos contó que la opción que él encontró para despertarse esa mañana, fue el programar el horno para que sonara pasadas 8 horas.
Paralelamente, la mayoría de ellos se dio cuenta rápidamente que el móvil les quitaba tiempo para hacer otras actividades, especialmente aquellas relacionadas con el tiempo de ocio. Ernesto Vázquez nos comenta que esa fue la excusa para muchos para volver a conectar con alguna actividad que les encantaba hacer, pero para la cual no encontraban nunca tiempo.
Un buen ejemplo de ello, fue Paula López quién consideró que era muy agradable volver a sus orígenes artísticos y creativos y retomó el dibujar cualquier cosa sólo por entretenerse.
De este modo, pudieron ser conscientes del tiempo que dedicaban a consultar su dispositivo móvil.
En el caso de Paola Durán, concluyó en que usaba el teléfono móvil mucho más de lo que se pensaba. Asimismo, Ana María Rozo, se dio cuenta ella misma de que cada vez más, se encuentra en situaciones en las que usa el móvil sin realmente necesitarlo y se pregunta cómo era su vida antes de tener este dispositivo.
Conclusiones del experimento 24h sin móvil
Finalmente, llegó la hora de que los teléfonos fueran devueltos a sus propietarios y pese a que Judit Arjona esperaba que los alumnos estuvieran ansiosos por tener nuevamente su dispositivo, se sorprendió al ver que cuando los alumnos entraron en clase y vieron sus dispositivos móviles encima de su mesa, únicamente hubo un caso en el que el alumno se acercó y lo cogió de manera automática.
Los alumnos por su parte, reconocieron que no se sentían impacientes por volver a tener el móvil entre sus manos y que tampoco lo echaban de menos.
No obstante, Ernesto confiesa que no estaba impaciente porque sabía que pronto volvería a tener el teléfono.
Por el contrario, Eduardo Lantigua reconoce que en cuanto se lo devolvieron estuvo durante 10 minutos enganchado a su dispositivo revisando todo lo que se había perdido.
Curiosa también fue la reacción de Ana María Rozo, quién prefería no ver cuántos mensajes tenía y menos si había alguno que fuera portador de malas noticias.
Finalmente, Paola Durán reconoce que sintió alivio al no tener que pensar en más alternativas para temas cotidianos como la alarma o el tiempo.
Más allá de eso, tanto los que aceptaron por dejar su móvil como los que rechazaron la propuesta, reconocieron que se trataba de un experimento muy útil para ser conscientes del uso que les damos, a la vez que, como bien dice Agustina Muntaner, permite generar empatía con el paciente y permite valorar los esfuerzos que éste está haciendo.
La empatía profesional frente a la adicción a la tecnología
Por su parte, Ana María Rozo es consciente que se trataba de un experimento que les permitía reflexionar individualmente sobre la coherencia existente entre nuestro discurso profesional y nuestra vida personal.
Las conclusiones que se extrajeron de este experimento es que, pese a que tal y como comenta Ernesto Vázquez, actualmente la tecnología es una parte vital de la sociedad y que debemos procurar darle un uso correcto, es difícil establecer los límites dado que, como apunta Ana María Rozo, el móvil a logrado reunir en un único dispositivo un sinfín de herramientas, que aunque no se usen a diario, facilita tenerlas a mano y en un formato muy asequible.
En el caso de Paula López, reconoce que el hecho de poder tenerlo todo en un dispositivo tan pequeño que aunque es muy práctico, también ha cambiado la forma de vivir y que el hecho de cargar cámaras, libros y agendas, ha quedado ya muy atrás.
Por otro lado, Eduardo Lantigua se dio cuenta que cuando no se dispone de nuevas tecnologías, es cuando verdaderamente somos conscientes que no son tan indispensables como creíamos y que, como consecuencia de su extremado uso, vamos perdiendo habilidades sin darnos cuenta.
Por su parte, Ana María Rozo detectó que cuando no se usa el teléfono, se aumenta la atención en actividades que realizamos diariamente, consiguiendo que las situaciones cobren mucho más significado y es que como bien dice Ernesto Vázquez, pasamos mucho tiempo viendo el mundo a través de una pantalla, perdiéndonos todo lo que pasa a nuestro alrededor y sin disfrutar del aquí y del ahora.