La Terapia de Aceptación y Compromiso, conocida como ACT es una “terapia cognitivo conductual – existencial humanística”, o como bien plantea Wilson y Luciano (2001), una terapia conductual orientada a los valores. Utiliza una mezcla ecléctica de metáforas, paradojas y habilidades de mindfulness junto con una gran variedad de ejercicios experienciales e intervenciones conductuales para crear una vida rica y significativa.
Al ir creando una vida significativa nos vamos a encontrar con toda clase de barreras bajo la forma de “experiencias privadas” indeseadas y displacenteras (pensamientos, imágenes, emociones, sensaciones, impulsos y recuerdos). ACT nos enseña habilidades de concentración, de atención plena (mindfulness), como una manera efectiva de manejar estas experiencias (Harris, 2012). En la actualidad contar con un máster en terapias de tercera generación (en el que se incluye formación en ACT) es casi una obligación para cualquier psicólogo.
La Terapia de Aceptación y Compromiso postula que la raíz del sufrimiento de las personas está en el lenguaje humano en sí mismo, el cual, es un arma de doble filo puesto que nos ayuda a crear mapas y modelos del mundo, predecir y planificar a futuro, compartir conocimiento, aprender del pasado, imaginar cosas que nunca existieron y crearlas, desarrollar reglas que guían nuestro comportamiento etc., pero a la vez, lo empleamos para hacer hincapié y “revivir” eventos dolorosos del pasado, para asustarnos al imaginar eventos futuros desagradables, para comparar, juzgar, criticar y condenarnos a nosotros mismos y a los demás y para crear reglas que pueden resultar restrictivas o destructivas (Harris, 2012).
En este sentido, ACT señala que el Trastorno de Evitación Experiencial (TEE) o Evitación Experiencial Destructiva es un modo rígido de regulación de la vida que finalmente resulta en ir “contra la vida”. Es decir, que la persona concibe que para poder vivir es necesario estar libre del malestar, y cuando éste sobreviene en compañía de pensamientos, recuerdos y sensaciones molestas, la persona actúa con el fin de evitar y escapar del malestar como un objetivo necesario para poder vivir. El verdadero problema surge cuando el resultado de tal estrategia resulta paradójico, en tanto que, a la larga, lo que se pretende evitar, se amplía y fortalece, mientras que la vida, se hace cada vez más pequeña y pobre. Por ello, ACT se focaliza en dos procesos principales: 1) desarrollar aceptación de experiencias privadas indeseables que están fuera del control personal y 2) desarrollar compromiso y acción orientada a vivir una vida valiosa (Harris, 2012).
Ejemplificamos el TEE a través de caso de Miriam, 29 años, quien llegó a consulta presentando sintomatología depresiva debido a la relación sentimental que mantiene con su pareja:
Primera sesión: se recabaron los datos referentes a la historia de la paciente y aplicó el BDI-II que mide la depresión para descartar este diagnóstico, puesto que en ese caso no sería prioritario aplicar la ACT. Como la paciente manifestó varios síntomas, pero no los suficientes como para ser diagnosticada de depresión severa, se procedió entonces a trabajar con ACT con la finalidad de que tome decisiones, considere si desea seguir o no con la relación, se plantee si debe hacer algún cambio en su vida, si está satisfecha con diferentes áreas, etc.
Teniendo todo esto en cuenta, se le hizo ver a la paciente que las soluciones que ha puesto hasta el momento no le han servido de nada, y que por lo tanto “el problema no es el problema, el problema es la solución”, que en este caso ha sido inadecuada o insuficiente durante mucho tiempo.
Segunda sesión: se aplicó la “metáfora del hoyo” una de las herramientas empleadas en ACT con el objetivo de que viera que cavar no es la solución, ya que solamente hará el hoyo más grande. A su vez, se empleó la “metáfora de las arenas movedizas” para que tomara conciencia de que luchar contra la situación solo le produce mayor malestar, por lo que sería conveniente tomarse un tiempo para relajarse, entrar en contacto con la situación y ser consciente de los problemas y soluciones que realmente pueden seguirse.
En esta segunda sesión, se le hizo hincapié a Miriam de que no siempre las sesiones iban a ser placenteras, ya que el hecho de tomar decisiones en sí mismo es doloroso, y esto sumado al esfuerzo e implicación de la paciente, haría que fuera un trabajo duro pero totalmente reconfortante al acabar el tratamiento.
Tercera sesión: se trabajó con la “metáfora del pantano” para que se diera cuenta de que puede cruzar el pantano por muchas adversidades que esto le suponga, o puede no hacerlo, pero depende de lo que ella elija.
Partiendo de este ejemplo, se destacan los principios de ACT que ayudan a los pacientes a desarrollar flexibilidad psicológica y se basan en (Wilson y Luciano (2001):
1. Defusión Cognitiva: aprender a observar los pensamientos, imágenes, recuerdos y otras cogniciones como lo que son, palabras e imágenes, en oposición a lo que dicen ser, eventos amenazantes, verdades objetivas y hechos.
2. Aceptación: hacer espacio a emociones indeseadas, sensaciones, impulsos y demás experiencias privadas; permitirles “ir y venir” sin luchar contra ellas, huir de ellas o prestarles una indebida atención.
3. Contacto con el momento presente: brindar total atención a la experiencia en el aquí y ahora, con apertura, interés y receptividad, focalizándose y comprometiéndose totalmente en lo que se está haciendo en ese momento.
4. El Yo-observador: acceder al sentido trascendente del ser, la continuidad de conciencia que es imperturbable, siempre presente e impermeable al daño.
5. Valores: clarificar lo que es más importante para nosotros, qué clase de personas queremos ser, qué es lo significativo y valioso en nuestra vida.
6. Acción Comprometida: establecer metas guiadas por valores e involucrarse en acciones efectivas para alcanzarlas.
ISEP ha diseñado el Máster en Terapias de Tercera Generación con formación específica en ACT por su creciente popularidad como herramienta psicoterapéutica en consulta y los buenos resultados obtenidos.