Las redes sociales se han convertido en el instrumento básico para satisfacer esta “nueva” necesidad de conexión virtual. Sin embargo, como todos sabemos de las necesidades nacen las adicciones. ¿Qué pasa cuando pasamos de satisfacer una necesidad a convertirla en un exceso?
Las redes sociales y nuestro bienestar emocional
Las redes sociales han impactado de lleno en nuestro bienestar emocional, en ocasiones no nos damos cuenta del papel que ejercen sobre nuestro yo, generando en nosotros una amplia variedad de respuestas emocionales (estrés, tristeza, ansiedad…). Ha nacido una nueva necesidad en nosotros, que se ha convertido en un hábito o fenómeno social que deviene de las nuevas normas modernas establecidas implícitamente, nadie te ha dicho que debes publicar algo, sin embargo lo haces, porque se ha convertido en una especie de deber social, además de las repercusiones que generan las redes sociales a nivel cerebral: cada vez que recibimos un like/refuerzo positivo, nuestro cerebro libera dopamina, un neurotransmisor que nos genera una sensación placentera, lo que es conocido como el mecanismo de recompensa de dopamina.
Las redes sociales y el miedo a perderse algo
El ser humano es un ser social, estamos programados para vivir en grupo y en situaciones en las que nos sentimos excluidos podemos tener cierta ansiedad o malestar. Extrapolado a las redes, surge el efecto denominado síndrome FOMO (“Fear of missing out” o “Miedo a perderse algo”), como el miedo o aprensión generalizada a perderse algo en las redes, por lo que las personas que lo padecen tienen la necesidad de consultarlas compulsivamente, por miedo a no enterarse de lo que suceda en su círculo de amigos virtuales o de que hagan planes más interesantes que ellos.
Redes sociales y repercusiones en las personas
Por ello, las redes traen consigo una infinidad de repercusiones: Amistades virtuales, demostraciones de ego, las fotos con toque narcisista, comentarios acosadores, consultas compulsivas, filtros que nos hacen ser perfectos, exhibicionismo patológico, comparaciones con los demás, trastornos alimentarios, la lucha por los me gustas o la gratificación inmediata que generan. Una gratificación inmediata es contraproducente, nos hacer ser más impacientes y tener una tolerancia menor a la frustración.
Patrones de conducta en Redes Sociales
Nuestras conductas siempre siguen el mismo patrón: publicaciones que se nutren de nuestro toque subjetivo, siempre orientadas a causar la mejor impresión, mostrando “lo mejor” de nosotros (falsa realidad).
Muchos nos volvemos dependientes de validar nuestra autoestima a través de los me gusta que podamos tener en una foto por ejemplo, lo que muestra muchas veces una clara inseguridad hacia nosotros mismos o por el contrario, un ego superior al de los demás, ya que el uso desmedido de las redes, puede provocar un fenómeno denominado el “Síndrome selfie”. Diversos estudios afirman que las redes han contribuido a que la sociedad se haya vuelto más narcisista. Luego están los famosos “Influencers”, un colectivo con mayor riesgo a padecer alteraciones emocionales, debido a la gran carga emocional que tienen diariamente. Algunas de estas personas viven en una hiperactivación constante, dando lugar a posibles trastornos de ansiedad. Su personalidad también puede verse afectada, ya que, son personas que muchas veces acaban viviendo una especie de “ vida insertada” tanto a nivel cognitivo como conductual, viviendo exclusivamente por y para su vida virtual, (vestir o hablar de una manera determinada, comportarse artificialmente para agradar a sus seguidores…) perdiendo muchas veces su verdadera esencia. Es fundamental el papel del psicólogo para ayudar a estas personas a que aprendan a gestionar correctamente sus emociones y a que su trabajo no se convierta en una adicción.
Los trastornos psicológicos y las Redes Sociales
Por último, las redes pueden ayudar a se desarrolle más rápidamente un trastorno psicológico o a exacerbar uno ya existente.
Aquí entraría en juego el tema de la personalidad. Una persona con una autoestima baja, afectividad negativa, déficit en habilidades sociales, locus de control externo, problemas de comunicación… seguramente tendrá una mayor predisposición a sufrir un trastorno depresivo.
También puede tener insatisfacciones reales que la persona quiera tratar de evitar o resolver a través del mundo virtual, pero que sin embargo, solo pueda resolverlas a corto plazo. En términos generales, la clave está en saber gestionar los tiempos que pasamos en las redes sociales correctamente y en no hacer de ellas nuestro único mundo.
Probablemente uno de los nuevos desafíos a los que se enfrenta la psicología actual serán los denominados “trastornos o adicciones tecnológicas».
Excelente artículo