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Identificar y distinguir los tipos de violencia

Identificar y distinguir los tipos de violencia

A lo largo de los años, la psicología se ha dedicado a estudiar el fenómeno de la violencia en sus distintas formas.

¿Qué es la violencia?

La violencia es definida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como el uso intencional de la fuerza física, amenazas contra uno mismo, otras persona, un grupo o una comunidad que tiene como consecuencia, o es muy probable que tenga como consecuencia, un traumatismo, daños psicológicos, problemas de desarrollo o incluso la muerte.

Tipos de violencia

La violencia se puede dividir en los siguientes grupos, dependiendo de la naturaleza o del daño generado:

  • Violencia física: es el tipo de violencia más evidente puesto que incluye todas las acciones violentas ejecutadas con el fin de causar daño en el cuerpo de otra persona. Estas acciones se llevan a cabo a través de la aplicación de la fuerza física o mediante el uso de objetos que permiten agredir a la víctima. Este tipo de violencia puede tener diferentes niveles que van desde un arañazo, una patada, un empujón, llegando incluso a la muerte.
  • Violencia psicológica: es un tipo de violencia instrumental que sirve para obtener poder y control sobre la víctima. El aislamiento, intimidación, abuso y/o chantaje emocional, control, celos patológicos, acoso, denigración, humillaciones, indiferencia ante las demandas afectivas o las amenazas, forman parte de las conductas incluidas dentro de este tipo de violencia. Se trata de una violencia que no siempre es visible y que muchas víctimas pueden ignorar que la están padeciendo.
  • Violencia sexual: es un tipo de violencia que vulnera la integridad sexual de otra persona, imponiendo a la persona a cualquier acto sexual en contra de su voluntad. En estos casos, es frecuente que para conseguirlo se recurra a la fuerza o a la intimidación. Un claro ejemplo de violencia sexual es la violación.
  • Violencia social: es el tipo de violencia formado por actos de impacto social que atenta a la integridad física, psíquica o relacional de una persona o de un colectivo, siendo dichos actos llevados a cabo por un sujeto o por la propia comunidad. El objetivo de este tipo de violencia es la obtención o el mantenimiento de poder y estatus social. La violencia doméstica, las agresiones racistas y/u homófobas, los ataques terroristas, los secuestros, el acoso laboral o escolar, son algunos ejemplos de este tipo de violencia.

Ciclo de la violencia

Generalmente, las situaciones de maltrato siguen un mismo patrón, conocido como el Ciclo de la Violencia (Walker, 1979), el cual diferencia 3 fases que tienen un carácter cíclico.

Fase 1: Acumulación de la tensión

Suele ser la fase más larga, el agresor va acumulando tensión, pudiendo producir manifestaciones de violencia más o menos intensas en función de la tipología del maltrato según el caso. En esta fase, la víctima percibe dicha tensión e intenta poner todos los medios para pararla, sin ser consciente de que ella en este momento está asumiendo la responsabilidad de la violencia al creer que puede detenerla.

Fase 2: Explosión o agresión

En esta segunda fase se produce la explosión de violencia (física o psíquica) de mayor o menor intensidad en función de la tipología del maltrato. Suele ser la fase más breve, pero la que supone mayor riesgo para la víctima. Por lo general, en esta fase, la víctima reacciona con una paralización o huyendo de la situación.

Fase 3: Reconciliación o «luna de miel»

En esta fase, el agresor se arrepiente, se disculpa, pide perdón y promete no volver a hacerlo. En algunos casos, el agresor llega a iniciar un tratamiento psicológico o psiquiátrico como forma de convencer a la víctima de que realmente va a cambiar. La víctima, dependiendo del momento en el que se encuentre, perdonará al agresor y empezará a autopreguntarse qué es lo que puede haber hecho o no con la finalidad de poner remedio y que no vuelva a repetir la fase de explosión. Sin darse cuenta, la víctima estará volviendo a asumir la responsabilidad del acto.

Una vez finalizada esta fase de “luna de miel” se volverá a la de acumulación de la tensión, a la de explosión y otra vez a la de “luna de miel”, perpetuándose con el paso del tiempo. Las fases se hacen cada vez más cortas, y los episodios de maltrato cada vez más intensos y peligrosos (escalada de la violencia).

En el caso que no exista una ruptura de la relación afectiva, el ciclo de la violencia conlleva el refuerzo de las conductas del agresor, a la vez que aumenta el estado de indefensión de la víctima, el cual es interiorizado al intentar poner todos los medios para paralizar la violencia sin lograr conseguirlo.

¿Cómo poner fin a la violencia?

Para la víctima, terminar con el ciclo de la violencia puede resultar muy complicado pues existen una serie de factores, tanto personales como sociales, que impiden o dificultan a las víctimas el finalizar con la relación, haciendo que las situaciones de violencia perduren en el tiempo. Algunos de los factores mantenedores más frecuentes son:

  • Resistencia a reconocer el fracaso de la relación, debido a creencias religiosas o culturales.
  • Creencias culturales que les obligan a mantener la familia a toda costa.
  • Sesgos cognitivos (culpabilidad, vergüenza…).
  • Dependencia emocional y/o económica con el agresor.
  • Falta de cualificación laboral.
  • Temor al futuro y a la soledad.
  • Indefensión, estado emocional y psicológico.
  • Miedo a la reacción (tanto del agresor como del entorno social y familiar).
  • Déficits informativos (nadie les ha orientado o asesorado sobre las acciones o medidas que han de llevar a cabo en el proceso de ruptura).

No obstante, es indispensable que la víctima trate de poner fin a cualquier tipo de conducta violenta a la que se esté viendo sometida, pues toda relación debe estar basada en los principios de confianza y respeto mutuo. Para ello, lo primero que se debe hacer al detectar un caso de violencia es hablar con alguien sobre estas conductas con el fin de poder ayudar a la víctima lo antes posible. Esta primera etapa, es la más costosa, pues para la víctima no le será fácil hablar de su situación, posiblemente, por el miedo a las posibles represalias. Es por ello que, se debe transmitir tranquilidad y confianza a la víctima, haciéndole entender que no está sola y que, con la ayuda necesaria, saldrá de ello.

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Acerca del autor:

ISEP
40 años acompañando en el crecimiento profesional en psicología, educación, logopedia y neurociencias.

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