1 de cada 6 españoles sufrirá un ictus a lo largo de su vida. Con esta cifra este 2014 se quiere concienciar a la población de que esta enfermedad la sufre o sufrirá seguramente alguien de tu entorno más próximo. Cada 29 de octubre se celebra el Día Mundial del Ictus y en ISEP nos sumamos a la causa para dar a conocer qué es y cuáles son sus causas.
El ictus es un conjunto de enfermedades que afectan a los vasos sanguíneos que suministran la sangre al cerebro; son lo que popularmente conocemos como embolias o accidentes cerebrovasculares y ocurren de forma súbita. Se podría ejemplificar como que nuestro cerebro sufre un infarto.
El ictus puede ser hemorrágico, debido a que un vaso sanguíneo se rompe, o isquémico, cuando una arteria se obstruye por un coágulo de sangre e interrumpe el flujo sanguíneo al cerebro. Cuando se sufre un ictus el daño cerebral adquirido puede ser irreparable y dejar secuelas graves que repercutan en la calidad de vida de la persona afectada. Después de un ictus solo un tercio de pacientes se recupera totalmente, otro tercio queda con secuelas y el restante fallece.
Actualmente es la primera causa de discapacidad grave en el adulto en España y la segunda causa de muerte. Y a día de hoy más de 300.000 de españoles presentan alguna limitación en su capacidad funcional como consecuencia de un ictus.
Señales de alarma
La detección precoz es fundamental para subministrar el tratamiento adecuado lo antes posible y reducir al máximo las secuelas. Las seis señales de alarma son:
- Pérdida de la fuerza en cara, brazo y/o pierna de un lado del cuerpo de forma brusca.
- Sensación de hormigueo o acorchamiento de la cara, brazo y/o pierna de un lado del cuerpo.
- Pérdida súbita de la visión parcial o total, en uno o los dos ojos.
- Alteración repentina del habla, dificultad para expresarse.
- Dolor de cabeza repentino y de intensidad fuera de lo habitual, sin causa aparente.
- Sensación de vértigo intenso y desequilibrio.
Si notamos o detectamos estos síntomas en nosotros mismos o en una persona cercana debemos acudir lo antes posible a un hospital para recibir atención neurológica urgente ya que las primeras tres horas desde el inicio de los síntomas son claves.
Existen factores de riesgo como la edad o antecedentes familiares que no pueden modificarse, pero hay otros que sí como el tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol o drogas, la hipertensión arterial, los niveles de colesterol elevados, la vida sedentaria o las dietas ricas en sal y grasas. Las enfermedades cardiovasculares también son un factor de riesgo. Visitar un cardiólogo como medida preventiva y de diagnóstico mejora la calidad de vida del paciente al tratar previamente una enfermedad de corazón o vascular, que si no está controlada puede desencadenar en nuevos problemas para la salud. Cuidar tu corazón, es también prevenir el ictus.
Rehabilitación neurológica
La rehabilitación neurológica debe comenzarse desde el mismo momento en que la persona es dada alta de las UCIs o las Unidades de Ictus. La rehabilitación es una de las partes más importantes del tratamiento. Por este motivo en ISEP formamos a profesionales capaces de atender estos casos y mejorar la autonomía del paciente para recuperar al máximo su vida. Es importante entender que ningún programa de rehabilitación puede conseguir volver a una situación igual a la previa a sufrir el ictus y que su objetivo principal es el de ayudar al paciente a adaptarse a sus déficits.
Este tipo de programas contribuyen a que la persona recupere su autoestima, punto clave para que tome confianza y gane en autonomía. Con la ayuda de la recuperación, transcurrido un año desde el ictus, un tercio de los pacientes que lo superan vuelve a su trabajo y la mitad no necesita ninguna ayuda para sus actividades cotidianas.
Habitualmente, la rehabilitación integra la terapia física y ocupacional y, en casos concretos, también la rehabilitación del lenguaje (rehabilitación motora, rehabilitación cognitiva y rehabilitación conductual/emocional). Debe ser multidisciplinar, esto implica a un buen número de profesionales (médicos rehabilitadores, neurólogos, médicos de cabecera, personal de enfermería, fisioterapeutas, logopedas, trabajadores sociales, psicólogos, etc.), además de a la familia del paciente y a sus cuidadores. El éxito radicará en un inicio precoz, un diseño adecuado según las necesidades de cada caso, unas metas realistas y el compromiso activo del paciente y de las personas de su entorno.