Existen distintos tipos o sistemas de escritura, que pese a que a lo largo de la historia de la escritura se han ido modificando, hoy queremos hablarte de ellas.
Tipos o Sistemas de Escritura
Actualmente los podemos resumir en esta clasificación de tres tipos:
- Ideográfico, o logográfico, como el chino.
- Silábico, como uno de los sistemas usados en Japón.
- Alfabético, que es el utilizado en español.
La escritura alfabética representa los sonidos del habla asociando un fonema con una letra. Esto en teoría, pues en la práctica tenemos más letras que sonidos. Por ejemplo, la palabra quesadilla tiene 10 letras, pero 8 fonemas: /kesaðiʎa/.
Debido a la naturaleza de nuestro sistema de escritura, la conciencia fonológica es fundamental para aprender a leer y escribir. Estas habilidades comienzan a desarrollarse desde antes del aprendizaje de la lectoescritura y es por ello que, se denominan prelectoras.
La conciencia fonológica abarca capacidades como aprender e identificar que nuestra lengua está compuesta por frases que a su vez se dividen en palabras, ser conscientes de la existencia de las sílabas, y, por último, identificar los distintos fonemas correspondientes al idioma que hablamos. Estas habilidades se pueden estimular a través de distintas actividades, como por ejemplo, jugando con rimas en los niños a partir de los 3 años. Hecho que también favorecerá su conocimiento metalingüístico.
El aprendizaje de la lectoescritura implicará un gran esfuerzo para el niño, ya que, aunque podríamos colocar esta etapa como un paso más del proceso de desarrollo del lenguaje, este es un aprendizaje consciente, contrario a la adquisición de la lengua materna que se lleva a cabo a partir del nacimiento (e incluso antes) y durante los primeros años de vida, el cual se realiza en su mayoría de manera inconsciente.
Más allá de la Conciencia Fonológica
Para leer y aprender a utilizar la escritura, no bastará con la sola conciencia fonológica, pues también se deben memorizar ciertas reglas ortográficas propias de nuestra lengua. Debido a que, como hemos mencionado, las letras de nuestro alfabeto no corresponden detalladamente a cada uno de nuestros fonemas, debemos aplicar algunas reglas que nos indicarán, por ejemplo, cuándo usar una letra u otra para representar un fonema en específico.
Estas relaciones entre fonema y letra son arbitrarias, pues no hay una conexión concreta entre la grafía y las características acústicas de los fonemas. Debido a esta arbitrariedad, el objetivo de la ortografía es fijar estas relaciones para hacer que la escritura funcione de manera homogénea, sencilla y eficaz (COLMEX, 2020), logrando que todos los hablantes podamos comprender lo que otros escriben y viceversa.
Para aprender a hacer algo tan simple como puede parecer colocar tildes, se necesita saber dividir una palabra en sílabas, esta unidad es de gran importancia para comprender cómo funciona la lengua. Todas las palabras tienen acento prosódico, esto es, la sílaba que pronunciamos más fuerte dentro de una palabra, lo cual por lo general podemos identificar instintivamente al hablar, pero puede resultar más complicado al momento de trasladar a la escritura. Aunque todas las palabras tienen acento prosódico, no todas tienen acento ortográfico.
Clasificación de palabras según la posición de sílaba tónica
De esta manera, en nuestra lengua podemos clasificar las palabras según la posición de su sílaba tónica (la acentuada, o más fuerte):
- Agudas: la sílaba tónica es la última.
- Graves: la sílaba tónica es la penúltima.
- Esdrújulas: la sílaba tónica es la antepenúltima.
- Sobresdrújulas: la sílaba tónica es la anterior a la antepenúltima.
Con base a esta clasificación, para lograr colocar acentos ortográficos, se deben aprender reglas de ortografía específicas, distintas ante cada tipo de palabra, por ejemplo, que las esdrújulas y sobresdrújulas siempre llevan tilde.
Estas reglas indican cuándo acentuar, sin embargo, esto no será posible si no se logra identificar las sílabas. Además, en este proceso también intervienen otros conocimientos, como la identificación de hiatos y diptongos, lo cual a su vez conlleva conocer cuáles son las vocales fuertes, cuáles las débiles y qué sucede cuando esos dos tipos se mezclan.
Los anteriores solo son algunos ejemplos de cómo la conciencia silábica y fonológica intervienen, ya sea para bien o para mal, en el desarrollo de la lectoescritura. Siendo que la cultura escrita es una parte fundamental de nuestra sociedad, es imprescindible que, ya sea como terapeutas, maestros o padres de familia, apoyemos el desarrollo de estas habilidades en los niños.
Me pareció muy claro y enriquecedor.