Según el CDC (Centre for Disease Control and Prevention: Centro para el control de enfermedades y su prevención) 1 de cada 59 niños/as de 8 años, edad pico de identificación de casos, tiene un diagnóstico dentro del Trastorno del Espectro del Autismo (TEA).
El autismo y su crecimiento
Según estos datos, el número estimado de casos fue pasando de 1 de cada 2500 nacimientos en 1990, a 1 de cada 150 en la siguiente década. Ya en 2008 se publicó un dato asombroso que sacaba a la luz la prevalencia de 1 niño/a autista de cada 88.
Este crecimiento de los últimos años ha llevado a los/as profesionales a investigar las causas del mismo, sin encontrar razones claras y unánimes que lo justifiquen.
Más y mejores diagnósticos de TEA
El grupo de trabajo liderado por Peter Bearman de la Facultad de Artes y Ciencias de la Universidad de Columbia (Nueva York, EEUU) explica este crecimiento como resultado de un mejor diagnóstico. Desde 1987, la ampliación de los criterios diagnósticos y su clarificación han dado lugar a evaluaciones más direccionadas y exactas, que evitan las antiguas tentativas erróneas y temporales que se hacía con diferentes casos de TEA. Según ellos, este cambio podría explicar del 26% de los casos extra en los últimos tiempos.
El trabajo social y el diagnóstico del autismo
En esta misma línea, el trabajo social que se ha hecho para aumentar la concienciación de los padres/madres, maestros/as y especialistas, ha llevado a afinar la observación y querer buscar respuestas cuando algo se sale de la norma. Gracias a ello y al mayor acceso de la clase media al terreno de la salud, se ha permitido tener un mayor y mejor acceso a los diagnósticos, facilitando la mejora y el trabajo interdisciplinar. Según Bearman y su equipo, este cambio explicaría el 16% del aumento de casos en la actualidad.
Diversidad de factores posibles en el diagnóstico de autismo
Tras haber hecho el cálculo explicado por estos estudiadores, observamos que sólo el 42% del aumento producido está explicado por estos factores, dejando el 58% restante sin ninguna explicación clara y generando una multitud de hipótesis que pasan desde la genética, la aparición del diagnóstico por la implementación de vacunas, el intervalo entre los partos, el agotamiento corporal de la madre frente al segundo parto, la obesidad, la diabetes o la hipertensión de la madre y otros factores ambientales muy diversos.
La biología y el ambiente, claves en los diagnósticos del autismo
En el ámbito genético se consideran que el crecimiento de la población TEA se debe a la calidad de los genes que transmitimos a nuestros hijos/as. A diferencia de épocas anteriores, en la actualidad generamos poca descendencia, engendrando con una edad mucho más avanzada que antiguamente. Esto quiere decir, que transferimos genes que pueden tener un mayor daño acumulado. En este sentido, King, Fountain, Dakhlallah y Bearman estimaron que la mayor edad de los padres en el momento del embarazo podría explicar hasta el 11% del aumento de los casos de TEA.
Sin embargo, estudios como este, poco contrastados y replicados, aportan, más que avances al conocimiento del autismo, una mayor estigmatización para padres y personas autistas. Así como, considera la estructura neurológica del autismo como resultado de un daño en el desarrollo cerebral y no como una configuración distinta a la normotípica.
Los factores ambientales y las alteraciones genéticas
Lo que sí se ha observado es que existe una cierta coherencia genética que podría generar pistas para entender esta condición. En este sentido las investigaciones realizadas con gemelos y mellizos han permitido clarificar esta relación: Cuando una persona está diagnosticada dentro del espectro del autismo, la probabilidad de que su hermano/a gemelo/a tenga el mismo diagnóstico es de un 70%. Cuando hablamos de hermanos/as mellizos/as, esta probabilidad desciende al 35 %; reduciéndose entre el 3 y el 14% en el segundo hijo/a tras un primero autista. Es decir, que potencialmente podría existir una parte de herencia genética en el terreno del autismo, aunque todavía esta visión no se puede considerar definitiva.
Basándonos en las posiciones ambientalistas, las explicaciones que se repiten con más asiduidad hacen referencia a los efectos del mundo postindustrial donde vivimos como responsables de los nuevos casos de autismo. En este sentido, un entorno contaminado y lleno de químicos, podría favorecer la aparición de ciertas complicaciones en la población actual. Dos estudios recientes publicados en los Archives of General Psychiatry y el Environmental Health Perspectives señalan que la exposición a la polución atmosférica producida por el tráfico tanto durante el embarazo, así como durante el primer año de vida, podría afectar directamente al aumento de casos de autismo en los últimos años. Sin duda, estos datos no pudieron demostrar claramente que tras la exposición intensa a la contaminación se «genere directamente el autismo», por lo que los resultados resultan más publicitarios que concluyentes.
En la misma línea, los estudios de Heather Volk y su grupo de la Facultad de Medicina de la Universidad del Sur de California en 2011, observaron que el autismo era más frecuente en las madres que durante su embarazo vivían cerca de rutas de comunicación con un tráfico importante que en aquellas con domicilios más alejados del tráfico denso. En todo caso, los trabajos tampoco no resultaron concluyentes sino más bien anecdóticos, pero permitieron empezar a considerar el impacto de las sustancias contaminantes del ambiente en el desarrollo cerebral en general.
¿Influye la dieta en el autismo?
Otro aspecto dentro de las causas ambientales se centra en considerar la inflamación que generan ciertas comidas, como la responsable principal del autismo. No obstante, no está claro aún si en los casos reportados de niños/as beneficiados/as con dietas libres de gluten y caseína, entre otras, reducen las posibles manifestaciones conductuales por no estar expuestos/as a tales proteínas, o por el hecho de que tales personas sean celíacas o intolerantes a la lactosa. En todo caso, los estudios metodológicamente más rigurosos, no permiten relacionar el uso de los tratamientos biológicos con mejorías y avances sustanciales en la conducta de niños con trastorno del desarrollo, por lo que esta visión tampoco aporta datos definitivos que expliquen el aumento del autismo en nuestra sociedad de hoy en día.
Falta de inclusión en la sociedad
El hecho de que existan hipótesis tan diversas para explicar el aumento de los casos de autismo, demuestra que todavía no se conoce una razón que explique por qué algunos individuos de nuestra sociedad desarrollan una estructura cerebral particular. Lo que sí está claro es que responsabilizar a la biología o al ambiente de las personas dentro de al espectro no hace más que estigmatizarlas y nos aleja de la inclusión.
Por ello, se hace necesario que existan programas como el Máster en Trastornos del Espectro Autista que permitan a los profesionales especializarse en este tipo de trastornos de manera que puedan dar una respuesta de calidad a las necesidades tanto de personas con TEA como a sus familiares.
La realidad es que, el mero hecho de considerar el autismo como una posible epidemia, promueve la visión de que dicha condición neurológica representa una enfermedad que se podría prevenir o evitar.
Todas las personas nacemos con una estructura cerebral propia que debería ser celebrada socialmente, en vez de estudiada para eliminarla de nuestra realidad. Lo que se vive en la actualidad no es una epidemia de autismo, sino una epidemia de falta de adaptación a lo diferente.
Sería interesante conocer los estudiosos metodológicamente más rigurosos que impiden afirmar los beneficios de la alimentación no inflamatoria, tenemos experiencias que dicen lo contrario, mejorías sustanciales de.los.sintomas de autismo al sacar del menú a los alimentos inflamatorios, entiéndase, gluten, caseína, azúcar y conservantes.