Mucho se está hablando hoy en día de las Terapias de Tercera Generación, que incluyen, entre otras, las terapias basadas en Mindfulness (MBSR –Mindfulness Based Stress Reduction– y MBCT –Mindfulness Based Cognitive Therapy) y la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT, por sus siglas en inglés Acceptance and Commitment Therapy) y cómo, gracias a ellas y a la aceptación del momento presente, podemos ayudar a mejorar el bienestar emocional de nuestros pacientes y el nuestro propio como psicoterapeutas. No olvidemos que, como psicólogos, tenemos una responsabilidad moral de encontrarnos bien para poder dar un servicio de calidad a quien lo necesita (pero esto es un tema de reflexión por sí mismo, que merece mayor atención y desarrollo).
Estas aproximaciones terapéuticas, que también reciben el nombre de Terapias Contextuales -nombre que considero más apropiado ya que hace énfasis en la manera en la cual trabajamos, ya que tenemos en cuenta el contexto dinámico con el cual interactúa el paciente- son de gran utilidad a la hora de trabajar temas en consulta y una vez empezamos a trabajar con ellas se convierten en indispensables. Pero no por ello sustituimos las terapias cognitivo conductuales (o de segunda generación), es más, podemos decir que éstas representan la base teórica fundamental para el desarrollo e implementación de las anteriores. Muchas veces pueden retroalimentarse y esto se ve particularmente claro en consulta, cuando, por ejemplo, buscamos primero una relajación con el paciente que sufre de ansiedad y luego que, mediante esta sensación, pueda ir explorando como se siente en el día a día. También, es una forma de trabajar que nos permite mayor implicación por parte del paciente, ya que hace un trabajo diario (por ejemplo, por medio de registros u observación de su propia conducta y emociones) y luego el trabajo en consulta.
Con las terapias contextuales logramos también un acercamiento a las emociones y se trabaja ampliamente con ellas, elemento que estaba siendo relegado en otras aproximaciones para dar paso a los pensamientos y las conductas (que también son importantes). Gracias a las terapias contextuales podemos enseñar a nuestros pacientes a relacionarse mejor con ellas, entenderlas y regularlas, en lugar de huir de ellas o caer en la racionalización extrema. En muchas ocasiones, nuestro bienestar emocional está limitado por nuestro entendimiento y manejo de las emociones en nuestro día a día. Cuando nos acercamos a las emociones y logramos reconectar con ellas, nos damos cuenta de las grandes aliadas que son, ya que nos permiten una mejor conexión con el entorno al darnos información sobre este y al permitirnos ver aquello que es importante. Una vez que el paciente ha logrado integrar estos elementos, es capaz de ver aquello que valora en su vida y qué acciones deberá emprender para lograr la vida que él quiere.
Así, cuando integramos pensamientos y conductas (cognitivo conductual) y el aspecto emocional (contextuales), podemos lograr una terapia más completa lo que repercutirá en la mejora del paciente.
La formación en Terapias de tercera generación es indispensable para ofrecer una terapia eficaz y responsable. ISEP cuenta con el Máster en Terapias de Tercera Generación y Aplicación de las Nuevas Tecnologías en el Tratamiento Psicológico.