El 17 de marzo es el Día Mundial del Sueño, motivo por el cual es una fecha perfecta para remarcar la importancia de un buen descanso y las consecuencias del insomnio sobre la salud mental y física, una problemática que afecta a una gran cantidad de personas en todo el mundo. Un buen sueño y descanso es fundamental para promover el bienestar. En este sentido, es importante prestar atención al insomnio, sus causas, y buscar tratamiento para mejorar la calidad de vida.
Epidemia de la salud pública
Según la Sociedad Española del Sueño (SES), la privación de sueño supone una epidemia generalizada. En España, según un estudio de la investigadora Teresa Sagalés (2010), un 20,8% presentaba al menos un síntoma de insomnio ocurriendo tres noches por semana. Otros resultados fueron que la prevalencia del insomnio era más alta en mujeres que en hombres (23% vs. 17,6%) y que 1 de cada 5 personas con insomnio usaba algún tipo de medicación.
Por otra parte, el Consenso Nacional sobre el síndrome de apneas-hipopneas del sueño en 2005 informó que entre un 36% y un 55% de los pacientes que padecen insomnio habían consultado específicamente por problemas de sueño y que, aproximadamente, entre un 27% y un 55% se habían referido a problemas de sueño en el transcurso de una consulta médica.
Tipos de insomnio
El insomnio presenta una alta complejidad etiopatológica, lo que complica delimitar una definición concreta que englobe toda su naturaleza. Según la clasificación internacional de los trastornos de sueño (ICTS-3), publicada en 2014, el insomnio se define como una dificultad persistente en el inicio del sueño, su duración, consolidación o calidad que ocurre a pesar de la existencia de adecuadas circunstancias y oportunidad para el mismo.
Además, va acompañado de un nivel significativo de malestar o deterioro de las áreas social, laboral, educativa, académica, conductual o en otras áreas importantes del funcionamiento humano. Se han descrito varios subtipos clínicos y fisiopatológicos de insomnio según las diferentes clasificaciones, tanto por la American Academy of Sleep Medicine’s Manual of Sleep Disorders Nosology (ICSD-3), así como por la American Psychiatric Association (DSM-5).
Estos subtipos clínicos engloban:
- Insomnio crónico: se caracteriza por quejas en inicio o en el mantenimiento del sueño, con síntomas asociados durante el día y cuando estas dificultades con el sueño suceden más de tres veces por semana y al menos durante tres meses.
- Insomnio de corta duración: se caracteriza por dificultad para el inicio o el mantenimiento del sueño, que resulta en insatisfacción con el sueño y que aparece por periodos de tiempo inferiores a los tres meses.
- Otros tipos de insomnio: este diagnóstico se reserva para personas con síntomas de dificultad de inicio y mantenimiento del sueño que no cumplen los criterios de insomnio crónico o insomnio de corta duración y, por lo tanto, este diagnóstico se usa de forma provisional en espera de más información para establecer el diagnóstico definitivo.
Consecuencias y diagnóstico
La privación de sueño está asociada a múltiples alteraciones de nuestra salud. Por ejemplo, se ha relacionado con la debilitación del sistema inmunitario, el aumento del riesgo de diabetes, incidentes cardiovasculares, sobrepeso y obesidad, varios tipos de cáncer y demencias como Alzheimer, entre otros. Curiosamente, estas enfermedades resultan ser de alta prevalencia en la actualidad, guardando su crecimiento una altísima correlación con el tiempo de menos que dedicamos a dormir, por lo que podemos afirmar que el sueño es un determinante fundamental de la salud.
El diagnóstico del insomnio es clínico. No debe ser secundario a otra patología médica o a otro trastorno del sueño, según el ICSD-3. Con este objetivo, para descartar otras patologías médicas, se suelen realizar pruebas complementarias, tales como:
- La actigrafía: una prueba no invasiva que permite valorar los periodos de reposo y actividad para parámetros tales como la regularidad, la duración y la fragmentación del sueño con un dispositivo portátil colocado durante unos días.
- La polisomnografía: una prueba en la cual el paciente pasa una noche en una unidad del sueño o en casa con un montaje de sensores que monitorizaran la actividad cerebral, las diferentes fases del sueño, el flujo de aire y el esfuerzo respiratorio, la actividad muscular, el oxígeno en sangre y frecuencia cardíaca.
Herramientas terapéuticas
Cuando se trata de insomnio crónico se pueden llevar a cabo varios tratamientos. En esencia, los tratamientos más eficaces son los que combinan el tratamiento farmacológico con la terapia cognitiva-conductual para el insomnio (TCC-I). Aunque este segundo debería ser el tratamiento de primera elección, antes de considerar la incorporación de tratamiento farmacológico, tal y como informa la Sociedad Española del Sueño (SES).
- Terapia cognitivo-conductual para el insomnio (TCC-I): consiste en ayudar a los pacientes a gestionar la ansiedad que sienten respecto al sueño, y establecer unos mejores hábitos de sueño. Alguna de las técnicas de TCC-I pueden incluir: la terapia de control de estímulos, la restricción del sueño, medidas de higiene del sueño, mejoras del entorno para dormir, entrenamiento en relajación, permanecer despierto de manera pasiva (intención paradójica) o la biorretroalimentación.
- Fármacos para el sueño: en casos en los que la terapia cognitivo-conductual no tenga efecto, puede ser que el tratamiento incluya medicación para conciliar el sueño, según prescripción médica. Sin embargo, se le asocian multitud de efectos secundarios. Algunos ejemplos de los medicamentos recetados habitualmente pueden ser las benzodiazepinas, los hipnóticos, los neurolépticos, los antidepresivos o, incluso, los antihistamínicos.
- Otros tratamientos: algunas personas también pueden beneficiarse de otras opciones, como suplementos dietéticos, mindfulness, yoga, hipnosis o aromaterapia. Aun así, no existe suficiente evidencia científica que respalden estos tratamientos como cura para el insomnio. Esta clase de tratamientos son buenos complementos a la TCC-I.
Uso y abuso de la farmacoterapia
Entre otros tipos de soluciones terapéuticas farmacológicas, España es líder mundial en el consumo de benzodiazepinas —medicamentos psicotrópicos y sintéticos que se utilizan principalmente para el insomnio, la ansiedad, el estrés y, también, como relajante muscular—, lo cual conlleva una implicación sobre diferentes aspectos del sueño. Entre ellos, destacan los propios hábitos de sueño, la homeostasis del sueño —es decir, la necesidad de sueño que vamos generando a lo largo del día hasta acostarnos—y, en especial, sobre la arquitectura propia del sueño, es decir, los distintos acontecimientos que ocurren a nivel cerebral mientras dormimos.
A título de ejemplo, este tipo de medicamentos reducen el sueño más profundo (NREM 3 o “sueño de ondas lentas”), lo cual deriva en un sueño menos reparador, así como también conlleva una disminución del sueño REM (“sueño de movimientos oculares rápidos”), afectando negativamente a nuestra capacidad cognitiva durante la vigilia. El estudio de Olfson de 2015 concluye que las benzodiazepinas pierden rápidamente su eficacia como hipnóticos o como ansiolíticos y, al mismo tiempo, en personas mayores de 65 años, están asociadas al deterioro cognitivo, y a un mayor riesgo de caídas, que pueden agravarse con los tratamientos prolongados.
Aunque la TCC-I es el tratamiento de primera línea para el insomnio, en algunos casos se podría añadir un soporte farmacológico, siempre y cuando se realice bajo una supervisión rigurosa por un médico especialista en medicina del sueño. Un tratamiento inadecuado podría suponer una grave ineficiencia en la gestión de recursos de la salud pública que, dada la prevalencia del problema, puede suponer un alto impacto negativo en las cuentas públicas destinadas a salud.
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