Sentirse solo es un estado muy controversial dependiendo de la perspectiva con la que se le mire. En algunas ocasiones y dependiendo de la situación, suele ser un descanso para el alma, sin embargo, la soledad también puede ser la experiencia más devastadora de la vida, motivo por el cual se recomienda aprovechar estos espacios para desarrollar un trabajo de redescubrimiento en el que se evalúen las metas, deseos y aspiraciones, para llegar a comprender quiénes somos y qué queremos.
La soledad es un estado de aislamiento por el que todas las personas han pasado alguna vez en su vida, se presenta en formas muy variadas y su origen está dado por diferentes causas como:
- Elección propia
- Aislamiento impuesto por la sociedad en cualquiera de sus áreas de ajuste
- Por perdida de seres queridos
- Una enfermedad contagiosa
- Por trastornos mentales o neurológicos.
En algunas ocasiones, la soledad puede llegar a percibirse como desagradable causando depresión, ansiedad o aislamiento; lo que es un desencadenante para la pérdida o dificultad a la hora de establecer relaciones sociales e interacción humana.
Un individuo está en plena y total capacidad de decidir recurrir a la búsqueda de soledad física con el objetivo de eliminar distracciones y llegar a un estado de concentración mayor, pero esto no significa que sea su fin, puesto que una vez se adquiere dicha capacidad de ignorar distracciones puede desempeñarse con mayor rendimiento a nivel general. La globalización ha traído consigo la facilidad de encontrar el mundo a un clic por medio de las redes sociales y la navegación en general, sin embargo, es un distractor que dificulta e impide la concentración y el descanso mental requerido en este mundo lleno de caos. Las redes sociales son uno de los principales factores causantes de soledad debido a que se genera una falsa idea de amistad que está sujeta a cuantos likes recibe el sujeto frente un comentario o imagen publicada, por lo que las personas pueden llegar a sentirse solas mientras están en soledad o en medio de una multitud. De igual forma, también se puede estar solo y no sentirse solo aunque no se tenga nadie alrededor; lo que nos lleva a pensar que cada persona tiene su propio nivel de interacción social.
Es de vital importancia destacar la diferencia que hay entre “sentirse solo” y “aislarse socialmente” cuando una persona se siente afectada negativamente por la soledad (se siente solo) marcando una notoria divergencia en las diferentes áreas que permiten la interacción social; siendo la soledad un detonante negativo, entendida como respuesta emocional compleja y generalmente desagradable al aislante social, la ansiedad puede deberse a la falta de conexión o comunicación con otros individuos.
Por otro lado, un individuo que le afecta positivamente la soledad (elige aislarse socialmente) se hace responsable de su decisión pensando en que la falta de contacto con las personas le resulta funcional, ya que la soledad es asociada también con experiencias de crecimiento, construcción de identidad e inclusive puede desempeñar un papel importante en el proceso creativo.
Partiendo de los anteriores conceptos es posible afirmar que la soledad es una experiencia subjetiva, puesto que, si una persona piensa que está sola, entonces está sola. La principal influencia para dicho sentimiento es la necesidad de interacción social y la oferta de la misma en medio de la situación.
La soledad también está determinada por la perspectiva de tiempo, por lo que se determina como transitoria siendo parte de un estado de ánimo esperable en un determinado contexto y que se alivia con facilidad. Por otro lado, soledad en su estado crónico puede verse como rasgo de personalidad, llevando a una permanente percepción del sentimiento y dificultar su alivio.
Sentir el vacío voraz de la soledad depende únicamente de cada uno, por lo que siempre queda como alternativa recordar que como bien plantea Schopenhauer “La soledad es la suerte de todos los espíritus excelentes”.
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