Desde principios de la historia de la educación el objetivo principal ha sido el desarrollo de la inteligencia intelectual a través de las diferentes materias. Pasar cursos con buena nota ha sido la prioridad, ya que una buena nota se ha interpretado como un aprendizaje adquirido exitosamente, así como un suspenso o una mala nota se atribuía a una inteligencia intelectual menor que aquellos con más nota.
Lo cierto es que la educación emocional es tan o más importante para un desarrollo equilibrado y exitoso del ser humano como lo es la educación intelectual. A lo largo de los últimos años diversos estudios en diferentes partes del mundo han probado que se requiere algo más que el intelecto para tener éxito, y esto pasa por la inteligencia emocional. Se trata de conseguir un equilibrio entre ambas inteligencias que permitan al individuo estar en un estado óptimo de tranquilidad, fluidez con su entorno, curiosidad e interés que le motiven a aprender. Se ha demostrado que aquellos individuos con una inteligencia emocional equilibrada son más capaces de superar obstáculos a lo largo de la vida, ya que reconocen sus propias emociones y pueden gestionarlas.
Así mismo, varios estudios prueban que una mala gestión emocional o un bloqueo son un obstáculo para el aprendizaje, pudiendo así malinterpretarlo con la inteligencia intelectual. Un alumno que sufre estrés, miedo o cualquier otro tipo de emoción negativa es un alumno con un bloqueo emocional y, en consecuencia, cognitivo. La clave del verdadero éxito está en educar las emociones desde edades tempranas, el entorno cercano donde el niño crece y como aprende a relacionarse.
Glòria González