Cuando hablamos de Síndrome de Down, ya no es raro escuchar que se trata de una alteración genética originada por la presencia de tres cromosomas en el par veintiuno y que es la principal causa de discapacidad intelectual. Sin embargo, en esta ocasión, me interesa compartir información acerca de otros aspectos relevantes que nos pueden ayudar a comprender un poco mejor las características de su aprendizaje.
Dificultades intelectuales y conductas adaptativas
Para comenzar, es importante comentar que las personas con discapacidad intelectual tienen dos principales dificultades. La primera se da en el funcionamiento intelectual (o cognición: lo que nos permite aprender cosas nuevas) y la segunda está en la conducta adaptativa (forma de actuar, relacionarse, adaptarse y reaccionar ante las cosas que suceden a su alrededor).
Pero, dicho esto, podríamos preguntarnos ¿qué relación guarda ese cromosoma extra con el origen de la discapacidad intelectual?
Mismos cromosomas, distintas personas
La mayoría de los seres humanos nacemos con 23 pares de cromosomas constituyendo un complemento cromosómico total de 46 cromosomas. La mitad de ellos son aportados por el espermatozoide, mientras que, la otra mitad provienen del óvulo. Sin embargo, a pesar de que compartimos el mismo contenido genético no somos iguales unos de otros. Cada ser humano es auténtico y diferente, hecho del cual no están exentas las personas con Síndrome de Down, quienes a pesar de tener un cromosoma extra en el par 21 y compartir con otras personas con Síndrome de Down ese mismo contenido genético, son únicos e irrepetibles.
Si retomamos la pregunta inicial, cabe destacar que la presencia de un cromosoma extra, no únicamente altera la cantidad de genes, sino que además, produce un desequilibrio en los órganos de nuestro cuerpo (Flórez, 2015). Muchas investigaciones afirman que, uno de los mayormente implicados en esta situación, es aquel complicado pero maravilloso órgano que nos permite aprender: el cerebro. En el caso de las personas con Síndrome de Down, el cerebro presenta ciertas peculiaridades o características distintas en relación con las personas que no lo tienen.
Neurodesarrollo en el Síndrome de Down
Como consecuencia del desequilibrio mencionado anteriormente, hay determinadas regiones del cerebro de las personas con Síndrome de Down que son más pequeñas debido a la presencia de una menor cantidad de neuronas. Por lo tanto, al haber menos conexiones, hay menos procesamiento de información que, lógicamente dificulta en gran medida el aprendizaje y la realización de ciertas tareas para las cuales además se requiere un tiempo mayor.
Según varios estudios, las regiones que presentan menor tamaño son: la corteza prefrontal, el cerebelo, el hipocampo, el cuerpo calloso o la corteza auditiva (ubicada en el lóbulo temporal) entre otros. En ellos, están implicados aspectos como la conducta adaptativa, la función ejecutiva (inhibición de conducta, planificación, resolución de problemas, etc.), la atención, la memoria, el lenguaje, la comunicación interhemisférica, la conducta social y la motivación.
¿Qué son las Comorbilidades?
Las comorbilidades son aquellas condiciones o patologías que se pueden sumar con frecuencia a esta alteración cromosómica y que afectan la salud física pero que no necesariamente todos las presentan.
Comorbilidades más comunes
Entre las comorbilidades más comunes se encuentran: la hipotonía, los problemas auditivos y/o visuales, el hipotiroidismo, la otitis, los trastornos del sueño, las infecciones respiratorias, la cardiopatía, la enfermedad celíaca, el autismo, etc. Por ello, es recomendable mantenernos alerta y hacer revisiones médicas periódicamente con el objetivo de detectarlas de inmediato y dar el tratamiento preciso.
La importancia de la Inclusión
Las personas con Síndrome de Down también se desarrollan, crecen y tienen cambios físicos. De hecho, gracias a los avances médicos, la media de su esperanza de vida ha aumentado de forma importante, ya que, de un promedio de 20 años, actualmente supera los 50 años. Con esto, podemos afirmar que no son “niños” eternos como muchas veces se cree, sino que, al contrario, la mayor parte de su vida son adultos, lo cual nos debería llevar a reflexionar acerca de la importancia de favorecer en ellos las principales claves del aprendizaje (atención, memoria, motivación y comunicación: lenguaje, habla, lectura y escritura) desde edades tempranas. Asimismo, también se debe trabajar aspectos tales como la autonomía, la autodeterminación, la autoestima y demás habilidades que les den las herramientas suficientes para que sus probabilidades de un futuro laboral y una vida independiente aumenten.
Por lo que se refiere al contexto educativo, aunque en la actualidad son cada vez más niños en las escuelas que están realizando campañas o proyectos informativos y/o de sensibilización para favorecer la inclusión, desafortunadamente aún existen docentes y otros actores educativos que piensan que los alumnos con discapacidad intelectual no pueden aprender. Esto es completamente erróneo, puesto que las alteraciones cerebrales que presentan se pueden compensar y superar aprovechando la plasticidad cerebral y otras herramientas como:
Herramientas para favorecer la inclusión en el aula
- Evaluación de sus habilidades, talentos y principales dificultades de manera individual ya que, a pesar de tener el mismo contenido genético, ningún niño con Síndrome de Down es igual a otro. En realidad, cada ser humano está determinado por la interacción de su contenido genético con el ambiente en que se desenvuelve día a día, y no únicamente por dicho contenido.
- Intervención mediante la indagación y utilización de recursos educativos y de atención temprana tales como técnicas, programas, aplicaciones digitales y textos científicos y didácticos (libros, artículos, revistas). Gracias a ellos, también se pueden diseñar actividades y/o adecuaciones originales e innovadoras que favorezcan a toda la clase.
La Sensibilización, clave en la Inclusión escolar
Dicho todo esto, me gustaría mencionar que, desde mi punto de vista, la sensibilización es un paso importante en el camino a la inclusión, pero no es el fin. Realmente, el destino final debería ser la normalización, es decir, tratar a cualquier alumno como lo que es, una persona con diferentes habilidades, pero mismas oportunidades, ver sus diferencias como una oportunidad de enriquecimiento y no como una limitación física, intelectual, económica o cultural. Para ello, es nuestro deber estar formados e informados.
Y, por último, recordemos que una de las mejores formas de contribuir en el aprendizaje de cualquier persona es creer en ella.