Según los datos publicados en 2012 por el CDC (Centre for Disease Control and Prevention: centro para el control de enfermedades y su prevención), el ratio de hombres y mujeres considerados/as dentro del espectro del autismo es de 4 a 1; manifestándose en 1 niño de cada 54 estudiados, y en 1 niña, de entre 252.
Dificultad de diagnóstico del autismo en el sexo femenino
Estos datos pueden reflejar un posible diagnóstico de niñas y mujeres autistas, especialmente en aquellas sin discapacidad intelectual, o sugerir una manifestación más sutil de las particularidades sociales y comunicativas encontradas en esta población.
En este sentido, se considera que el sexo femenino, puede tener cierta tendencia al enmascaramiento de sus dificultades, presentando además una capacidad simbólica más desarrollada, menores dificultades de memoria, flexibilidad cognitiva, capacidad verbal y motivación. Como resultado, en la infancia, el sexo femenino presenta una mayor habilidad para hacer amistades que sus pares masculinos.
El autismo infantil en la escuela
De un modo práctico, se observa que en los primeros años de escuela, las niñas autistas pasan más desapercibidas que los niños, quienes presentan conductas propias del espectro más diferenciadas: tendencia a jugar solos; presencia de dificultades sociales y llamadas de atención con conductas disruptivas (Wagner, 2006); conductas repetitivas (Mandy, 2014)… mientras que durante este mismo periodo las niñas realizan comportamientos compensatorios y son percibidas de un modo más pasivo.
Las diferencias entre sexos resultan más parejas en la adolescencia, cuando las interacciones sociales se vuelven más cercanas y frecuentes. De esta forma se explicita la falta de habilidades y la incomodidad, y haciendo evidente el aislamiento social propio de esta población.
Desde esta misma visión social, Nuria Wells considera que la nombrada capacidad del género femenino para imitar y camuflar los signos de la condición, llevaría a dificultades en el diagnóstico, generando una diferencia aparente en la prevalencia entre ambos sexos. Pero, ¿Por qué las mujeres desarrollarían con más facilidad esta “máscara social”con el autismo respecto a sus pares del sexo masculino?
Estudios infantiles sobre autismo
El hallazgo realizado por INSAR en 2018, basado en el escaneo cerebral de casi 200 niños y niñas, defiende que el autismo afecta al sexo masculino de forma diferente que al femenino: En la población neurotípica infantil, las capas de la corteza cerebral, expanden su espesor desde el nacimiento hasta los dos años de edad, para gradualmente descender en densidad durante la niñez y la adolescencia. En el caso de los niños autistas, el escaneo cerebral parece revelar que esta reducción se produce de un modo más rápido que en la población típica, hecho que no se manifiesta en las niñas dentro de la misma condición. No obstante otros estudiadores/as señalan que, si bien esta conclusión resulta relevante, no puede considerarse como concluyente, debido a estar basada en resonancias magnéticas de individuos de diferentes edades en un momento preciso de su crecimiento y no de un modo transversal.
Otra explicación se relaciona con el mayor desarrollo del cuerpo calloso, el haz de fibras que une ambos hemisferios, en el cerebro de las mujeres y que correlaciona positivamente con la capacidad de fluencia verbal; En el mismo sentido se considera que el mayor volumen del giro estriado en la zona ventral del córtex frontal de las mujeres, se encuentra directamente asociado con sus habilidades sociales y cognición social. Estos hechos podrían explicar la mayor capacidad del sexo femenino para la imitación y la generación de una máscara social, respectos al sexo opuesto.
No obstante esta capacidad representa un arma de doble filo para las mujeres que se esfuerza continuamente por responder a las demandas del ambiente y encajar en un contexto del que no se sienten parte. Según el psiquiatra Ian McClure el agotamiento que generan debido a esta adaptación continua, explicaría la aparición de otras dificultades asociadas, presentes en las mujeres autistas no diagnosticadas, tales como la ansiedad, la depresión, los problemas de alimentación y las autolesiones.
Sea cual sea la razón, mientras los/as profesionales sigan centrando su atención en los signos presentados por los varones como factores clave para detectar el autismo, las niñas seguirán pasando desapercibidas y se generarán diagnósticos tardíos.
El diagnóstico femenino autista, mucho por realizar
Actualmente, la realidad demuestra que aunque se ha constatado un aumento en el número de diagnósticos de autismo, en la mayoría de lugares del mundo, las mujeres aún no tienen el mismo acceso que sus pares varones al diagnóstico, a los servicios y apoyos especializados.
Una visión más esperanzadora hace pensar que el diagnóstico va a perfilarse y permitir mayor capacidad de escucha de los signos femeninos, generando diagnósticos tempranos e intervenciones inmediatas que ayuden a la comprensión de su condición. Para ello, es necesario hacer más visibles a las mujeres y niñas autistas con el objetivo de detectarlas y saberlas describir dentro de la amplitud del espectro. Sólo de este modo dejarán de ser un misterio para los/as profesionales especializados en trastornos autistas y para la sociedad.
Gracias a este excelente artículo de Ángela, y al ver dónde había adquirido su formación profesional, decidí yo también estudiar un máster es Trastornos del Neurodesarrollo en ISEP. La admiro mucho. Estoy muy feliz con mi decisión, me está encantando todo lo que estoy aprendiendo.